Judas: Salir de los infiernos | 6 de febrero de 2003

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Al hilo de los mensajes de Padgett -que hemos comentado y usado ya aquí un poco-, durante estos cien años que han pasado desde entonces, ha habido mucha gente que los ha seguido.

Algunas de estas personas parece que han desarrollado bien sus capacidades de conexión con los planos de desencarnados, y de vez en cuando han recibido mensajes de personalidades muy cercanas a Jesús, como por ejemplo de «Judas Iscariote» (Judas de Queriote) -e incluso hasta muy cerca de nuestras fechas-.

Espero hacer una pequeña serie que empezamos aquí. En ella se ve cómo los mensajes de Judas encajan muy bien tanto con lo contado por Alan John Miller/Jesús, como con lo que se da en los mensajes de Padgett.

De hecho, Miller, aparte de recomendar, lógicamente, los mensajes de Padgett… si recuerdo bien también comentó en algún encuentro que realmente Judas y otros habían hablado a través de varias de estas personas recientemente.

Esta serie trata de forma breve sobre la sucesión de planos y sobre la progresión del alma en ellos.

Los mensajes de Judas anteriores a este (que también espero poner aquí y comentar) son digamos que más anecdóticos en cuanto al tema que nos ocupa (los diversos planos y las transiciones). Tratan sobre su muerte, y en el audio de este mensaje los comentaré muy brevemente en la medida en que me acuerde. Judas se suicidó, como parece «bien sabido» o establecido.

Aquí empezamos directamente con la transición desde el primer estado, que en este caso es «infernal».

Es decir, en este caso es una transición desde la parte más baja del primer plano, o del plano llamado terrenal, que contiene a su vez muchos subplanos, de los cuales los más bajos se describen como «infernales» y el más elevado como «Tierra de verano» o «Summerland».

En general, en este primer plano parece que hay muchos espíritus aún enlazados o apegados a la Tierra, pero que en realidad tienen su «residencia» en este primer plano (de hecho en general habría ahora más desencarnados en la Tierra que personas vivas «físicas»).

Los que llegan al primer plano tienen que afrontar tarde o temprano la condición de relativa oscuridad en su alma.

La parte más baja del plano se describe como infernal, pero de ahí siempre hay escapatoria.

Nota: Un mensaje anterior, via Padgett, y muy relevante, es este (dado en este caso por Jesús).

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Judas: Salir de los infiernos
Recibido por H. | 6 de febrero de 2003
Cuenca, Ecuador.

Me gustaría continuar con mi mensaje de ayer.

“La clave de nuestro trabajo de rescate está en crear una condición de confianza. Por lo general, es una mala elección que un espíritu brillante se acerque a uno de esos espíritus sombríos, porque se encerrarán en sí mismos de inmediato, hasta el punto de negarse a escuchar lo que el espíritu de buena voluntad les diga. ¿Cómo debemos proceder entonces?».

Con estas palabras terminé mi mensaje. Entonces, ¿cómo debemos proceder?

Como ya habrás adivinado, el primer paso es que los espíritus que en la Tierra fueron amigos de esos pobres condenados en el infierno, se acerquen a ellos y traten de renovar esta amistad y confianza. Y bien, ya conoces un caso en el que sucedió exactamente eso: mi propio caso.

Siempre he tenido una excelente relación con Andrés. Él era, es, mayor que yo, y de alguna manera veía en él una figura paterna. Supo romper muy hábilmente mi resistencia inicial a su presencia, una resistencia debida, entre otras cosas, a que yo no quería que nadie que a mí me importara me viera en mi situación de desgracia y desesperación. Pero una vez que se rompió el hielo y comprendí que su intención era seria y llena de amor, nació dentro de mí esa chispa de esperanza. Y esto sucedió gracias a la confianza que tenía en él, de modo que pude activar mi deseo de avanzar.

Y bien, puedo ver lo que estás pensando: que todos los espíritus en situaciones desesperadas lógicamente tendrían un fuerte deseo de mejorar su situación. Pero esto no es tan fácil como crees. Tienes razón, este deseo sí existe en sus almas, un deseo pobre y débil en un alma demacrada. Pero incluso cuando los espíritus así confinados no reconocen conscientemente que fue su propia falta lo que los condujo a su situación, hay otro deseo que crece inconscientemente dentro de ellos: el ansia de autocastigarse. Este es un deseo mucho más fuerte que el que les permitiría comenzar a progresar. Es un círculo vicioso, y puedes estar seguro de que, en el caso de los espíritus de los infiernos más profundos, nunca podrían romper esta cadena de acero que los ata a sus frías chozas si no fuera por la ayuda de otros espíritus más desarrollados que son capaces de restaurar su autoestima y de transformar sus vacíos sentimientos de culpa en una verdadera penitencia. Pues lo que les ayudará a progresar no será su constante lamento por la “injusticia” que están sufriendo (en opinión de muchos de ellos) ni su autocompasión, sino reconocer su propia culpa, su disposición a asumir las consecuencias, y también, y más importante que cualquier otra cosa, su deseo de reconciliarse con Dios. Esto es lo que se denomina «penitencia»; esto es lo que se llama remordimiento; y esto es exactamente lo que el Padre quiere: que todos Sus hijos descarriados regresen a Él y celebren con Él en las mesas del paraíso.
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Jesús: acerca del amor de los seres humanos

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Este mensaje, dado via James Padgett, fue dado muy poco después del anterior que hice para esta web, y en este caso también habla Jesús.

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Jesús: acerca del amor del hombre
4 de marzo, 1915.

Aquí estoy, Jesús.

Esta noche quiero escribir sobre el amor del hombre.

Este amor es uno que la humanidad no comprende en su particularidad más relevante. Me refiero a que este amor no es suficiente para dar al ser humano el más alto grado de felicidad que pueda obtener en la vida mortal o en la venidera.

Este amor es de una naturaleza tal que cambia dependiendo del cambio en las ideas y en los deseos de los hombres, y no tiene ninguna estabilidad que sirva para que este amor mantenga al ser humano constante en sus afectos.

Ningún hombre que tenga sólo este amor podrá jamás estar en condiciones de decir que continuará teniendo este amor durante más tiempo que el presente; y si piensa que su amor nunca podrá cambiar, o abandonarlo, tan sólo está deseando con sus pensamientos.

Pero este amor es uno que puede durar mucho tiempo y, a veces, parece que nunca puede morir o disminuir; sin embargo, por su propia naturaleza, no tiene ese tipo de constancia que le pueda asegurar una duración más que momentánea.

No quiero decir con esto que este amor natural sea menospreciable, pues sin duda se trata del mayor regalo que el Padre ha otorgado a la humanidad, y sin él, los hombres estarían en una condición muy infeliz.

Sin embargo, no es el Gran Amor del Padre que podrían recibir todos los hombres si tan sólo lo buscaran y se esforzaran por obtenerlo mediante la oración y la fe.

El amor natural es el que hace que los hombres y las mujeres tengan unidad en la Tierra, y les permite acercarse más a una vida de felicidad que cualquier otra cualidad humana; pero todavía tiene un peligro, que siempre lo acompaña, y que consiste en que, en algún momento, de alguna manera, puede dejar de existir.

El amor de las madres es el más fuerte de todos los amores dados a los mortales, y aparentemente nunca puede terminar ni envejecer; sin embargo, puede llegar un momento en que ese amor muera o deje de retener toda su vitalidad o belleza. Sé que se dice que el amor nunca muere; pero esto no es cierto con respecto a este amor natural; y nadie puede asegurar que su amor en el día de hoy vaya a seguir siendo el amor de dentro de unos pocos años.

Sin embargo, hay un amor que puede considerarse como un tipo de amor natural que durará para siempre, siempre y cuando estas almas busquen y obtengan el Amor Divino, y este amor se trata del amor que Dios ha implantado en dos almas que ha diseñado para convertirse en una sola en la vida espiritual.

Este amor no son realmente dos amores, sino un mismo amor manifestado en los dos sexos opuestos [Miller nos comenta actualmente, añadiendo a esto y habiendo recordado su vida durante 2000 años como Jesús en diversos planos, que las almas gemelas en un porcentaje no muy grande pueden también ser homosexuales], y que solo está completo cuando estas dos almas, aparentemente independientes, se unen en perfecta unidad.

Esto es lo que comúnmente se llama amor de almas gemelas, y se trata de aquella esencia de amor espiritual que hace que la felicidad de los dos espíritus de los mortales parezca completa. Sin embargo, este amor no es de naturaleza divina, sino simplemente el tipo más elevado de amor natural.

Entonces, cuando los hombres hablan del amor de un mortal por su prójimo, se refieren simplemente al amor que su naturaleza humana es capaz de tener y dar a otro mortal.

No deseo que se entienda esto como si de alguna manera implique que ese amor no es una gran bendición para la humanidad, porque lo es, y sin él no se daría la armonía que existe en la Tierra; sin embargo, en este momento (Primera Guerra Mundial), el odio y la ira parecen haberse hecho su espacio en los corazones de muchos hombres que hoy luchan por matar y destruir.

Pero esto es solo por una temporada; la guerra cesará, y entonces los hombres se darán cuenta, más que durante mucho tiempo, de que solo el amor mutuo puede hacer de la Tierra un lugar feliz y deseable para vivir.

El amor, cómo sé que se dice… es el cumplimiento de la ley, pero ningún hombre puede comprender esto completamente hasta que sepa lo que es el amor.

No quiero decir que para cumplir toda ley el hombre deba tener el Amor Divino del Padre, porque hay leyes que gobiernan la existencia Divina y leyes que gobiernan la existencia humana y meramente espiritual. El Amor de lo Divino es el cumplimiento de las primeras leyes, y el amor natural es el cumplimiento de las segundas.

Por tanto, debes entender que sólo cuando los hombres tienen el Amor de lo Divino, pueden satisfacer las leyes de la existencia Divina; y así, en tanto que tengan meramente amor natural, podrán satisfacer solo la ley natural.

Pero este amor natural no podrá hacerlos uno con el Padre, como he escrito antes; y el máximo de los poderes y funciones de este amor está en darles la felicidad que recibirán al vivir la vida de un espíritu o de un hombre no redimido.

No diré que el hombre no debería cultivar este amor por su prójimo en la mayor medida posible, porque debería hacerlo; y si esa fuera la única clase de amor que pueda tener, ya sea en la Tierra o en el mundo espiritual, cuanto más posea, más feliz será y mayor será la felicidad de su prójimo y espíritu semejante.

Así pues, cuando dije, cuando estuve en la Tierra, que los hombres debían amar a su Dios y amar a sus semejantes como a sí mismos, quise decir que debían hacerlo con todas las posibilidades del amor que pudieran tener.

Sin embargo, los hombres realmente pueden aprender que no es necesario tener solo el amor natural, sino que todos pueden buscar el Amor Mayor, y obtener una felicidad y una inmortalidad correspondientemente mayores.

No obstante, los hombres no se dan cuenta de esto, y parecen estar satisfechos con este amor natural y con los placeres que resultan de su posesión.

No quisiera que hicieran nada que pudiera disminuir este amor o cerrar sus corazones a su influencia, cuando es puro y bueno; sin embargo, no puedo evitar tratar de inculcales la gran conveniencia de tener el Amor superior en sus almas.

Sí, soy un amante de todos los hombres, y quiero que sientan la felicidad de la afluencia del Amor Divino y, de ese modo, aprendan lo que significa el Amor de Dios y lo que pueden tener si tan sólo buscan.

Este amor por lo puramente natural no será suficiente para las tentaciones que acosan a los hombres en la Tierra; y, además, no asegurará contra las tentaciones cuando se conviertan en espíritus. Lo sé, y por eso lo afirmo con la claridad de quien realmente lo sabe -podrías decir que lo digo con autoridad-.

Como estás cansado, debo detenerme.

Con todas mis bendiciones y amor,
soy tu hermano en espíritu,
Jesús

Index: PJE19150304A
Author: Jesus
Receiver: James E. Padgett
Location: Washington D.C.
Date: 04 Mar 1915
Sources: True Gospel, Vol II, page 21
True Gospel, Vol III, page 74