Tenemos resistencia a la verdad:
─ o bien resistencia en cuanto a «demostrarse uno mismo» a ver si es así de simple,
─ o bien a la hora de «practicarla» realmente.
Los espíritus (desencarnados) que tenemos alrededor a menudo nos tapan a la hora de oír o entender cosas simples acerca del alma ─cosas personales y universales─.
Los espíritus que solemos tener pegados ─a veces durante muchos años─ son a menudo nuestros propios familiares. Y es que, claro está, resonamos muy fuertemente con sus heridas… y con las ganas, más o menos compartidas, de no sentir las heridas emocionales, el dolor de la compensación negativa, etc.
No por nada es que nuestros adultos acompañantes son quienes nos han pasado las heridas emocionales más básicas, y la forma de hacer fachada frente a ellas, para no sentir tales heridas.
Así que, al fin y al cabo, a «nuestros adultos» les dolerán las cosas de manera similar.
Y, en general, tal como nos sucede a todos ─por ahora─, parece que suelen pasar muchos años antes de que sintamos verdaderos deseos de arrepentirnos y de perdonar nuestras cosas.
Imaginemos los apegos que sigue habiendo a las cosas materiales y a sus efectos sobre nosotros (los efectos «adictivos»), si en el fondo la muerte física no cambia nada en nuestro ánimo.
En «el otro lado» seguimos apegados a no sentir ciertas cosas, y a sí sentir ciertas otras: como pueden ser los efectos emocionales, es decir, los efectos que tienen o tenían en nuestra alma las adicciones a la comida, al alcohol, las drogas, el poder, la violencia, el sexo, el dinero, etc. Continuar leyendo «Un repaso «espiritual» ─y algo geopolítico :)»