El órgano del verdadero universo: la verdad.

«No estáis «programados». Nada sucede porque tiene que suceder. Cada uno de los pensamientos que tenéis ahora cambia la realidad. No sólo la realidad como vosotros la conocéis, sino todas las realidades. Ningún acto vuestro predispone a un ser futuro a actuar de una manera concreta. Existen depósitos de actividad que podéis utilizar o no, según escojáis.» (Habla Seth II)

En el artículo «La verdad como vector de un feliz exilio…» hemos citado un poco al célebre Heidegger, muy poco, para simplemente comentar acerca de una sensación bastante clara: la de «no ser de este mundo», que diríamos que todo ser humano tiene, en el fondo (ya sea o no reconocida en tanto tal). Heidegger ya ha sido al parecer, por cierto, muy comentado al respecto del no-dualismo en el ámbito «intelectual».
Volvamos a esa sensación de «no ser… de este mundo»: ¡esa sensación tiene consecuencias cósmicas! No solo no se trata de una «tontería», sino que tiene que ver con el origen de este universo, como hemos hablado en artículos anteriores.
Esta sensación la podemos alimentar y nos podemos ayudar a «concebirla», con escritos, conceptos…, etc. Aunque debemos tener en cuenta el hecho de que todo trabajo conceptual sigue siendo «para el ego» a no ser que estemos alerta…, y en principio no tiene por qué «servirnos» para mucho —o no más que ninguna otra cosa en particular— a la hora de nuestro trabajo práctico en tanto que gente que practica o empieza a trabajar un sistema de «no-dualismo puro» para ir «deshaciendo» la ilusión (deshaciendo el ego con trabajo para empezar sobre todo mental, es decir, yendo a la causa). Digamos que «los conceptos» no tienen por qué «servir» a no ser que recordemos, como siempre —y haciendo lo que sea que estemos haciendo…—, nuestra verdadera función —de la cual hablaremos aquí esta vez a cuento del «órgano».
De todas maneras digamos que podría parecer a veces que es fácil alimentar la sensación —o la convicción— de «no ser de este mundo» con escritos como los de Heidegger así como con los del también comentado Badiou (así como con muchos más tipos de escritos, filosóficos o no, por supuesto).
Al final, podemos también dar otro tipo de «conclusión» sobre todo esto que venimos contando o resumiendo en el blog, diciendo que somos órganos de la verdad; somos un órgano, si queréis, de un «organismo» llamado «verdad» (o «Cielo»).
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