[Últ. act.: 1 noviembre 2025.
Audio añadido, etc.]
Índice
─ La paradoja del anticristo: dependencia de Dios
─ Más sobre «depender de Dios»
─ Religiones basadas en la transgresión, y más sobre el anticristo
─ Nota sobre la variedad de discursos falsos sobre «gente sin alma», «almas perdidas», etc.
─ Nota final sobre el carácter anticrístico de «un curso de milagros»: libertad
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En este vídeo vemos algo sobre el crucial tema de «el anticristo»:
─ https://www.youtube.com/watch?v=0j2-RokOgj4
Y en este audio lo vemos más extensamente, leyendo y comentando un poco el texto que sigue aquí abajo:
─ audio en ivoox // enlace descarga
Y bien, como resulta que está tan de moda este tema del «anticristo», en este texto (y en el vídeo y el audio) tratamos un poco lo que sería quizá la mayor paradoja en el tema.
La mayoría de la humanidad parece que estamos en una especie de estado «zombi» que no nos permite fácilmente abrirnos a reconocer la posibilidad que vemos aquí, y sentir esta paradoja.
Esa zombificación estaría representada, en un polo de la polarización social, por «élites» que están así como semiposeídas, y que tienen altos cargos en las empresas de moda (IA, etc.), y/o en los gobiernos, etc.
(Recordemos que todos estamos un poco «semiposeídos» por dinámicas que, gracias a nuestras heridas emocionales, involucran a desencarnados que influyen o pretenden influir, más o menos directamente, en nuestras vidas y decisiones, con muy diversos grados de «sabiduría» e intenciones).
Para tratar esto, hemos visto algunas líneas de un mensaje sobre el tema de la «inmortalidad», que enlazo aquí:
unplandivino.net/padgett-1-3-1/
Este mensaje fue dado por Jesús hace más o menos un siglo. Ahí habla del tema que sería clave para captar «lo del anticristo», y que ahora veremos mejor, pues todo va a girar en torno a esta frase:
─ depender de Dios para la continuidad de nuestra existencia.
Como se sabe, el concepto de «depender» es muy profundo cuando lo vamos viendo en su vertiente espiritual, digamos.
Si existe Dios (que ya habríamos comprobado en el alma que sí, existe, y es «personal»), entonces resulta que Dios es en sí mismo «independiente», en el sentido de que es increado, no tuvo creador/a.
Pero nosotros sí tendríamos creador, aunque, como almas, seamos la «más grande de las creaciones».
Por lo tanto, para la «continuidad de nuestra existencia» en realidad dependemos de Dios.
Es decir, para poder realmente «ser independientes» (modo Dios), para poder compartir eso tan esencial de Dios ─su capacidad, su privilegio, de «sentirse tan libre», digamos─ necesitamos compartir con Él/Ella algo nuevo (su amor).
Esta situación sería análoga a lo que pasa con la crianza o la educación sana:
En buena lógica, los tutores de los niños, o sus padres y madres ─los que estén más o menos mentalmente sanos─, habrían de desear que esos niños, esos hijos, se vuelvan como los adultos, es decir:
«adultos independientes, como yo, que soy «su padre/madre/tutor…»»
(aunque, por otra parte, y por cierto, sucede que, en este «sistema social/industrial», tan «antiecológico» él… esa tal independencia con respecto a los padres biológicos suele conllevar también muchos desastres para nuestra alma… pero de los cuales por lo menos ahora nos podemos responsabilizar directamente. Me refiero por ejemplo a los desastres sistemáticos que originamos en el medio ambiente, meramente al participar en «el sistema», y que por lo tanto que degradan también nuestra alma.
Y aquí, con «el sistema», entre muchas otras cosas podemos referirnos a esa actitud de que «todo o casi todo vale para poder sobrevivir físicamente, de manera cómoda… o para que puedan hacerlo «nuestros» «hijos»… o para que puedan hacerlo nuestras ideas, naciones, religiones, tradiciones, políticas, partidos políticos, etc.).
Más sobre «depender de Dios»
En un sentido de «depender», podríamos decir que «en todo» ya dependemos de Dios:
─ para estar vivos (habiendo sido creados, como almas, por Dios),
─ para tener experiencias en un universo creado por Dios, y por lo tanto regido por leyes que son «de Dios»…
Por otro lado, recordemos el dato de que en realidad las almas no mueren: Por ahora nadie habría visto, al parecer, que se anulara realmente un alma.
Así, todo el mundo ha seguido vivo en el mundo espiritual, en su cuerpo espíritu, y muchas almas están en ese estado donde al parecer alcanzan un tope en su evolución, hasta ser perfectas sólo en el amor natural (esfera 6), mientras no reciban el amor divino.
Entonces, la «comicidad» de lo que, por defecto, y más o menos conscientemente, todos vivimos como «anticrísticos» (como seres humanos encarnados y desencarnados que vivimos, así como por inercia, en contra de la recepción del amor divino, y con más o menos consciencia de estar haciendo eso), tal comidad… residiría en que al final, aunque en cierto modo sea posible, es así como absurda la posición, la actitud, de querer independizarse de Dios «a la manera humana».
En esa posición «rebelde» es como que «entregamos el alma» a cualquier cosa, y lo hacemos más o menos cohesionadamente y por lo tanto potentemente en religiones… o en religiones secretas… debido a que nos apegamos a privilegios, unos privilegios que compartimos más o menos fuertemente, y a veces secretamente, con otros, etc.
Esto lo hacemos en vez de, o antes de, «entregar» el alma a ese ser infinito que la habría construido. Así pues, por defecto (por la dinámica de «la caída») sólo la entregamos a aquellas cosas que «rimen» con nuestra condición creada.
Esa condición creada es «mortal» para la eternidad, aunque, insistamos, ningún alma habría desaparecido por ahora, pese a que muchas rechazan la eternidad que nos da ─y que sólo eso nos la daría─ la recepción del amor de Dios.
Lo trágico residiría en que ese rechazo consistiría en elegir cierto tipo de «muerte» del alma ─pero, recordemos, de un alma que en realidad sigue en el mundo espiritual, con su cuerpo espíritu (y purificando su amor natural), pero que no está viva para la «eternidad real»─.
Lograr la eternidad real depende de que Dios nos libere de esta condición «caída» mediante su amor ─si se lo permitimos con nuestro libre albedrío─, y mientras esté abierto ese potencial, el regalo de que técnicamente podamos recibir en el alma ese amor divino.
Así sería como conseguimos ─y la única manera en que podríamos conseguir─ «no depender de Dios para la continuidad de nuestra existencia», pues Dios ya no puede «anular» el alma.
Es decir, esta sería la única «independencia» real con respecto a Dios. Las demás independencias no son reales, es decir, no son eternas, sino que dependen de la condición creada; por lo tanto, dependen de todas nuestras elucubraciones y sistemas de prioridades corporal-intelectuales acerca de «privilegios», «exclusividades»… en torno a conceptos de Dios semifalsos, o incluso en torno a conceptos más o menos conscientemente «satánicos» de dios, etc.
Otro carácter de comicidad que vemos en «lo anticrístico», por lo tanto, es ese atrevimiento más o menos arrogante de «designarse a sí mismos como dioses», ensalzando por ejemplo la «evolución humana», etc.
Esto parece estar muy de moda hoy, esto de «ser dioses», más o menos metafóricamente. Tiene lugar en muchos discursos de las «élites», o que son promovidos para las masas por parte de élites algo cohesionadas. Esto se haría en parte para alimentar la arrogancia de las masas.
Esas élites son como pastoreadoras de estas masas adictas que somos, unas masas en mayor o menor grado adictas y/o necesariamente muy dependientes de «las cosas humanas»:
─ miedo (a mantenernos viviendo en el miedo y el terror), vergüenza, etc.
─ técnicas (como la agricultura industrial, en gran medida tan dañina),
─ «tecnologías» varias…
─ procesos y gestos de la «civilización»…
─ o simplemente adictos a nuestras fachadas y/o a las heridas emocionales ya mentadas arriba, pues las emociones mentadas son lo que sostiene el castillo de naipes de nuestras fachadas ─es en resistencia a esas emociones heridas que tenemos y mantenemos en pie la fachada o fachadas, y en general, acumulativamente, las enfermedades, las formas en que envejecemos, etc.─.
Religiones basadas en la transgresión, y más sobre el anticristo
Las religiones que en un primer sentido podríamos llamar «anticrísticas», se podría decir que tienen esa cierta característica de que la transgresión se interpreta hiper distorsionadamente como algo «bueno», ya que con las transgresiones «demostramos» (o demuestra una élite más o menos cohesionada) confianza en «dios», demostramos ser valientes en nuestra «confianza en dios», a la par que demostramos fidelidad a nuestro grupo, más o menos secreto.
Demostramos «a dios» por ejemplo nuestra confianza en que seguiremos vivos pese a las transgresiones (en realidad nos diríamos a menudo que seguimos vivos «gracias a ellas», sacralizando en cierto modo, así, ciertos tipos de «pecados», pecados que podríamos ver, objetiva y absolutamente, que son tal cosa, porque degradan el alma).
Demostramos «a dios» y a nuestro grupo, y/o celebramos el hecho de que ese tal «dios» no nos va a abandonar…
Demostramos la confianza en «sus leyes», ya que, por mucho que las transgredamos, dios siempre «va a estar ahí»…
Y bien, como vemos, se abren muchos sinsentidos, etc.
Pero bueno, esto nos da entonces pistas acerca de qué tipo de desencarnados ─no muy brillantes, en general─ serían los que pueden apoyar esa clase de «religiones» en sus vertientes más «secretistas», por así llamarlas (supongo que es una clase de religiones que habrá tenido muchas variantes a lo largo de los ciclos históricos humanos).
Hay muchas inversiones, como vemos, perversas, de la simplicidad de los caminos espirituales en general… y más aún, son inversiones del camino que involucra priorizar el contacto personal con el Dios real, en vez de priorizar ─con más o menos consciencia de estar haciendo esto─ el contacto con desencarnados más o menos «satánicos», o más o menos «autoendiosados»… porque son o creen ser algo más brillantes que el humano medio, etc.
Es una inversión, ya que en general se trata de armonizarse con la verdad y el amor tal como son en realidad, y no como el humano los entiende en su estado normalmente muy herido y por lo tanto distorsionado.
Si nos damos cuenta, en realidad los sacrificios (por ejemplo de animales) ya serían un modo de hacer consciente y/o de sacralizar una transgresión, es decir, de sacralizar algo, un acto, que en realidad, con nuestro «sexto sentido», todos reconoceríamos ya en el alma que «está mal», pero que hacemos o justificamos porque ─nos diríamos, por ejemplo─: «oye, por lo menos esto está menos mal que otras cosas», o «con esto nos cohesionamos», etc.
Tenemos pues todos esos aspectos de la religión en cuanto a la relación con «Dios» y los sacrificios y similares:
─ propiciar que Dios nos ayude…
─ agradar a «Dios», con sacrificios, reconociéndolo como alguien que en el fondo regula en su base la existencia de todo, y por lo tanto nuestra capacidad de recibir regalos (animales) de la «madre tierra»…
─ etc.
Ahora, volviendo a la independencia, tal como vemos en la revelación de Padgett:
─ lo que nos hace de verdad «independientes» de Dios es poder alcanzar su «madurez» (si la pudiéramos llamar así), es decir, su eternidad, su modo de ser sustancial.
Y no alcanzar una connivencia «sacrificial» de ningún tipo con dioses más o menos imaginarios, creando un agujero, o un «espacio» mental-emocional, que pasaría entonces a ser cubierto y que habría sido cubierto desde siempre por desencarnados «guías», «para bien y para mal».
En esa «connivencia sacrificial», nuestras imaginaciones y miedos sobre el futuro son los principales factores que nos ponen a «hacer cosas con la materia», cosas como «sacrificios» (animales, humanos, o del día a día mediante el engaño masivo de las masas, o mediante rituales televisados de actos terroristas, guerras, asesinatos como el reciente de Kirk, etc.).
Así, en la eternidad se tratará de vivir en independencia de Dios en cuanto a la continuidad de nuestra existencia. Y sólo al recibir esa comunión personal con Dios sería cuando podemos decir que nuestra vida como almas ya no puede acabar, y por lo tanto pasamos de ser «mera creación» a un cierto «participar de lo increado».
En ese momento, Dios, «lo increado», ya no nos puede «destruir», caso de que esto vaya a producirse por ejemplo por puro aburrimiento de las almas que, quizá, puedan desear «indirectamente» esa «destrucción», en algún momento de un futuro en el que aún sienten paradójicamente una incertidumbre sobre la «inmortalidad» que hasta ahora llevan viviendo… pues no se sienten verdaderamente inmortales.
Esas almas purificadas, es decir, que han recobrado la perfección natural, pero que todavía no son ni se sienten eternas… terminan al parecer «aburriéndose», al sentir que «el tiempo» pasa y pasa… o, mejor dicho, que las experiencias pasan y pasan, y que sin embargo «nada esencial cambia»: es decir, al sentir que no progresan en cuanto a su sentido de «novedad real», etc.
Paradójicamente, entonces, el «hecho anticrístico» (renunciar al trato personal con Dios, renunciar a la recepción del amor divino, o incluso ir contra ello, como sucede en algunas religiones, canalizaciones, al distorsionar sobre este tema…) hace dependientes ─a esos «anticristos»─ de la voluntad de Dios «para la continuidad de su existencia».
De ahí que sea «tragicómico», claro está.
Los «transgresores», y en general quienes no aceptan el trato personal de Dios, en esa rebeldía (la que compartimos por defecto de hecho todos en la tierra), en el fondo quieren seguir siendo tal como fueron creados por Dios: finitos, y sin nada divino, y por lo tanto sin nada eterno en su sustancia.
Así, pueden ser «destruidos por las leyes» que rigen toda esta dinámica, la que quizá podríamos describir como la de:
─ «un alma que no quiere recibir nada de Dios personalmente, y que por lo tanto sólo quiere seguir ‘sometida’ a las leyes de Dios, a las leyes naturales, etc… en un futuro indefinido cuyos límites sólo Dios conocería» (entendiendo «futuro» como «futuro experiencial», digamos, pues, recordemos de nuevo: el «tiempo» no tiene el mismo sentido en las diversas esferas donde crecemos en amor y verdad).
Entonces, esta posibilidad de «destrucción» existiría porque, si no se desea la eternidad ─la cual sólo depende de la relación personal con Dios, de entrada─, entonces no se sabe qué pasará con esa especie de «inmortalidad tendente al aburrimiento»… una «inmortalidad» entre comillas, que se viviría en el brillo de la perfección en el amor natural y sus experiencias… pero sin amor divino.
Entonces, los humanos encarnados, como por ejemplo nuestras autodesignadas «élites» (muchos multimillonarios dueños de empresas estratégicas de la informática y los datos, etc.), o nosotros mismos a veces, ya que parecemos ser como marionetas de lo anticrístico… todos, estaríamos paradójicamente anulando, con más o menos consciencia de ello, el potencial de «independizarse de Dios», ya que tenemos la paradoja ya comentada:
─ que sólo podremos ser «independientes de Dios», en el aspecto de la continuidad de nuestra existencia, si aceptamos Su Amor.
Nota sobre la variedad de discursos falsos sobre «gente sin alma», «almas perdidas», etc.
Hoy se pueden encontrar muchas cosas en internet sobre «gente sin alma», como si fueran «personas huecas» 🙂 … o «almas perdidas», etc.
Sin embargo, en los mensajes de Padgett, tal como vimos recientemente en uno, se resolvería definitivamente la cuestión.
Y esto no es una afirmación dogmática, sino la propuesta de que, a nuestra elección, sintamos o no la certeza posible contrastando internamente esta información simple que vemos aquí, con las «informaciones» y desinformaciones que tanto abundan en lo que en el fondo serían en general «seudo espiritualidades».
Como pasa con todo, hay infinita variedad de «ruidos», metafóricamente hablando, en este tema espiritual.
Ese «ruido» ya vimos que tiene su cometido a la hora de contribuir a cierta atmósfera generalizada de locura, de gaslighting, de operaciones psicológicas… de abrir «puertas» en las almas (usando las heridas emocionales) para que multitudes de desencarnados puedan operar sus planes, etc.
Esos planes no son normalmente lo que podríamos llamar el «plan» divino, es decir, el diseño que tiene que ver con un potencial en nuestra alma y en el alma de todos, y que es el diseño, el designio, de actuar en base a la prioridad de recibir amor de Dios, y de poder recibirlo… es decir, de conocer así personalmente a Dios como algo prioritario… y de manifestar eso, respetando por ejemplo el libre albedrío a la manera de Dios ─en nuestros actos y en los actos de esos guías desencarnados, etc.─.
Nota final sobre el carácter anticrístico de «un curso de milagros»: la libertad
Por cierto, si se ha mirado la canalización del «curso de milagros», éste acaba, en su libro de ejercicios, con una afirmación ─de las que en cierto modo propone como «mantras»─ que dice algo así:
─ «soy libre tal como Dios me creó»;
Pero, como hemos visto, Dios no nos creó «libres» en el sentido absoluto que puede tener tal palabra, cuando aceptamos salir de «la caída».
Es decir, debido a lo que estamos viendo o repasando aquí, podemos entender muy fácilmente el talante tan anticrístico de esa canalización, simplemente al entender que Dios no nos creó «libres» en el sentido que para Dios tendría la libertad, ya que la libertad de Dios, como ser increado, sería esa «independencia» de la que hemos hablado: la que conlleva adquirir realmente la cualidad de eternidad, de divinidad.
La «libertad» creada, es decir, la intrínseca a nuestra creación como almas creadas, no sería la libertad tal como Dios nos la puede dar realmente, eternamente.
Una expresión posible, en palabras, que indicaría (si es real) que realmente el alma se ha liberado de la condición de la caída, sería por ejemplo algo así como…:
─ soy libre al haber recibido amor de Dios, y convertirme por lo tanto en algo más que aquella alma que Dios creó en un principio.
Esta «conversión», esta transformación, depende de lo que podríamos considerar como el «ejercicio máximo» o «supremo» de nuestro libre albedrío, y que por ahora podemos ejercer, pues el regalo sigue abierto.
Es aquel ejercicio donde elegimos relacionarnos realmente con Dios, y no sólo relacionarnos con nuestras fantasías y nuestros pretendidos y y más o menos pretenciosos privilegios (en nuestras fachadas más o menos intensas)…, y no sólo relacionarnos con otros humanos u otros desencarnados ─por ejemplo desencarnados más brillantes, siendo que con muchos de éstos nos relacionamos «sin darnos mucha cuenta», para bien y para mal─, etc.
Aunque, por cierto, muchas de estas cosas que hacemos en las relaciones con nuestras fantasías mentales o mental-emocionales, o en las relaciones con otras personas (encarnadas y desencarnadas), muchas veces son cosas que aparentemente no hacemos «con mucho libre albedrío», por así decirlo, al no estar en ello muy «conscientemente» involucrados, y por lo tanto al estar ejerciendo el libre albedrío así como de una manera digamos que más bien «inercial», «irresponsable», solapada… con «deseo de ignorancia», con cierta falta de «responsabilidad real»…