Índice
─ Introducción
─ Notas al capítulo
─ Versión en español
─ Versión en inglés
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Introducción
Este texto es introducido en esta página (y es enlazado en ella):
Página-guía B.9:
unplandivino.net/transicion/
Está en el apartado de esa página dedicado a Robert J. Lees (buscar «Robert» en esa página).
Para los audios:
En esa misma página estarán enlazados y ordenados los audios. Y, como en otros audios, hice un comentario al final de este, tras la lectura del texto. En el comentario vemos algunas ideas importantes y a veces aclaramos algunas cosas.
Reuniré todos los textos de este segundo libro de la trilogía de R. J. Lees (La vida elísea) cuando vaya terminando de hacer esta «primera» versión de la traducción (que hago con ayuda de deepl, google, wordreference…) ─»primera» versión en el sentido de «para mi web»─.
Notas al capítulo
─ Ver el audio correspondiente.
─ En este capítulo hay unas observaciones sobre lo que podríamos llamar «el origen del ser humano» que nos pueden despistar, y que nos dan mucho que comentar tras la lectura.
─ En realidad, las observaciones son más bien anecdóticas y serían sólo relativas a nuestras fases degradadas, como humanidad, en relación a cómo «ascendemos» a partir de ellas (a cómo ascendemos en condición de alma, en condición moral).
─ En el audio, tras la lectura, hablo extensamente de esto, aclarando por qué es más coherente la idea que no parece ser la apoyada explícitamente por algunos comentarios que vemos en este capítulo ─por parte de Rhamya─.
─ Y es que, aunque nos parezca increíble, nuestro origen como humanidad no correspondería a lo que nos suelen parecer «los hechos más plausibles». En aquellos tiempos de principios del siglo XX, y en los nuestros del siglo XXI, a bote pronto, y pensado de forma «materialista», nos parecen plausibles básicamente los mismos hechos como posibles explicaciones, pero no serían los reales.
Versión en español
Capítulo 20
Los hombres de Dios
Rhamya ciertamente profundizó con su arado el tema que se le había encomendado exponer para mi edificación. Al igual que el Maestro al que tan fervientemente me aconsejaba seguir, hablaba sin ambages, aunque tras su fervor era fácil discernir un trasfondo de cautela para templar el celo con el que arrancaba la cizaña, no fuera a ser que el trigo también sufriera. Su confianza era firme en la vitalidad inherente de la verdad, en contraste con la existencia transitoria del error. La primera debe triunfar, el segundo debe fracasar. Quería que el obrero en el campo de la cosecha se esforzara para que la consumación no se retrasara. Continuar leyendo «La vida elísea | Capítulo 20: Los hombres de Dios»