La raíz espiritual de las conflictividades políticas

Para disolver la primitiva «conflictividad política ambiental»,
en la que parecemos movernos…
parece que viene bien… o que es evidente… hablar de estas cosas ↓ :

Quizá todo son equilibrios delicados, que en cierta medida dependen de que, en el fondo, no se puede burocratizar la solidaridad.

Es decir, parece evidente que se necesita despejar la nube o la borrasca mental que IMPIDE que la supuesta mentalidad «de izquierdas» ENTIENDA que los IMPUESTOS son un «concepto» ATERRADOR.

De hecho, este parece ser el problema más práctico y más metafísico a la vez… que pueda existir… ya que parece que cubre tanto lo personal como lo colectivo.

¿Por qué? Quizá porque en gran medida nuestro «único problema» es que asociamos, demasiado frecuentemente…:

– amor (bondad, etc.)…

– con obligación.

Esto de «imponer» es si acaso un «mal menor» (pero es un mal)… por así decirlo.

Es un «mal» el hecho de que un Estado (es decir, algo con el monopolio de la fuerza)
tenga que OBLIGAR a pagar impuestos…
es decir, tenga que imponer algo (bajo la amenaza de usar su fuerza si no lo cumples)…
PARA QUE LA GENTE SEA BUENA Y QUIERA REDISTRIBUIR
(para asegurar que la gente tiene cada vez más igualdad de oportunidades, etc.).

Es un horror el populismo (en Europa o donde sea…)…
el populismo que se apropia «inocentemente» (o inconscientemente… quizá porque no saben lo que hacen… o simplemente «porque el camino al infierno está sembradito de buenas intenciones»)…
se apropia inconscientemente… decíamos…
de la máquina estatal…
e ideologiza y personaliza todo lo que puede ese mismo «horror mecánico» en el que está metiendo al «pueblo»… es decir, limpia la cara a este hecho tan miserable (espiritualmente miserable):

el hecho de QUE HAYA QUE IMPONER LA BONDAD
(es decir, la dañina asociación sistemática entre amor y obligación).

El fascismo tiene que ver con no distinguir entre Nación y Estado… entre sociedad civil y Estado.

Los partidos, o los grupúsculos más o menos mafiosos que erróneamente se arremolinan en torno a las maquinarias burocráticas de los Estados…
esos partidos o grupos…
consiguen en gran parte la meta del fascismo.

¿Que es cuál?

La meta de integrar a las masas en el Estado
(indistinguiendo así la Nación del Estado,
es decir, realizando una especie de «endiosamiento»…
endiosándose unos cuantos cabecillas, o una familia de políticos… con sus redes clientelares más o menos ideologizadas…
y que, cual Césares, se vuelven o pretenden volverse a la vez «la esencia de la Sociedad Civil», de la Nación, del Estado, de la Justicia, etc.).

El Estado, si crecemos como personas…

(es decir, si sabemos cada vez mejor valorar el concepto de servicio, si ensalzamos las instituciones fundamentales de la humanidad….)

… el Estado… decíamos… parece que entonces tendría que ser (o bien tenderá a ser) una maquinaria lo más invisible posible… simplificando leyes… adelgazando las imposiciones y regulaciones…
…para facilitar los intercambios, la alegre y pacífica vida comercial y la redistribución que surge realmente del ánimo cada vez más personal de unos ciudadanos cada vez más educados en la cooperación, la paz… y todo cada vez lo más sanamente posible
(sin ensalzar a ningún diosecillo que populistamente se encarga de tapar el horror conceptual que contiene el hecho de que «los impuestos molen», y ese tipo de cosas)…
o sea,
cada vez con menos imposiciones… con más «sociedad civil libre» que construye, trabaja, crea…
que crece personalmente y hasta se siente orgullosa en general de servir… incluso de trabajar limpiando la calle.