Índice
─ Introducción y enlace al audio
─ Versión en español
─ Versión en inglés
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Introducción
─ Enlace al audio: en ivoox // enlace descarga
A continuación vamos a ver parte del apartado:
10) El infierno
Se trata de los siguientes dos mensajes contenidos en el tema 10.
El tema es el infierno, aunque en este caso, Juan, el llamado «apóstol», nos habla de cosas muy diferentes: el libro atribuido falsamente a él, el del «Apocalipsis» (que no habría escrito exactamente de la manera en que hoy lo preservamos)… y habla de los cielos, etc.
Para ver la lista con todos los enlaces a los textos y audios ver:
Forma parte de un libro que es el primer volumen de los mensajes recibidos a principios del siglo XX por James E. Padgett de parte de varios desencarnados, entre otros, Jesús de Nazaret.
Estos volúmenes fueron preparados o compartidos así por Divine Truth entre otras personas.
El primer volumen incluye los siguientes temas y apartados (los 11 temas numerados sirven para organizar temáticamente los mensajes):
a) ─ Retrato de James E. Padgett
b) ─ Mi testimonio (por Leslie R. Stone)
c) ─ Foto espiritual de Mary Kennedy con su alma gemela, el Dr. Stone.
d) ─ La verdadera misión de Jesús
I. Jesús y su relación con Dios.
II. Dios y el alma humana.
III. El problema del pecado.
IV. Redención del pecado.
─ 1. Los mensajes
─ 2. Ámbitos celestiales
La oración
─ 3. Inmortalidad
─ 4. ¿Quién y qué es Dios?
─ 5. Espíritu Santo
─ 6. Resurrección
─ 7. El alma
─ 8. Perdón
─ 9. Expiación
─ 10. Infierno [estamos aquí: Vemos los dos siguientes mensajes en este apartado 10]
─ 11. Expiación vicaria
e) ─ Mensajes adicionales
Versión en español
10. El infierno (cont.)
El Libro del Apocalipsis es solo una mera alegoría de uno o más escritores y no es el mismo que escribió San Juan (San Juan, Apóstol de Jesús) (12 marzo 1916)
Estoy aquí, Juan.
Estuve con vosotros esta noche y escuché el sermón del predicador sobre el cielo y lo que el cielo es. Como su texto se basaba en algunas expresiones de un libro de la Biblia que se me atribuye y que efectivamente escribí ─aunque no exactamente tal como se encuentra en la Biblia─, pensé que sería oportuno venir a escribiros sobre la veracidad del sermón y sobre el valor del libro como descripción o sugerencia de lo que es el cielo y sus apariencias, y sobre lo que hacen los espíritus de los redimidos en lo que el predicador denominó servicio.
Bueno, primero quiero decir que, si bien escribí un libro similar al de la Biblia llamado Apocalipsis [Revelation], este no contiene mis escritos en gran medida, ni mis ideas se exponen ni se siguen en él. Como ya sabéis, en mi época, y durante mucho tiempo antes, los escritores judíos, debido a los grandes problemas y persecuciones que sufría su nación, solían escribir libros similares al de la Biblia, llamados Apocalipsis [Revelations], con el propósito de animar a su pueblo a creer que Dios vengaría todos los males que sufrían; que sus enemigos sufrirían y serían destruidos, y que al final su nación sería rescatada de su condición de servidumbre y sufrimiento, y se convertiría en la nación gobernante de la tierra. Estos escritos fueron aceptados por los judíos como poseedores de la autoridad de la inspiración divina y como escritos que transmitían a su nación las verdades de Dios y las mismas promesas de Su intervención en su favor. Los escritos siempre se atribuían a algún profeta, vidente u hombre de Dios que tenía el privilegio especial de entrar en contacto con Dios o con alguno de sus ángeles mediante visiones, misteriosas y sagradas.
Por supuesto, estos escritos solo pretendían animar a los judíos a establecer su fe en Dios y en la creencia de que Él les enviaría un Mesías con el poder de redimirlos de los castigos y la servidumbre que sufrían bajo la tiranía y el poder de sus captores y perseguidores paganos.
Estos escritos siempre fueron proféticos y anunciaban promesas para el futuro, pero sin intentar jamás fijar un plazo para su cumplimiento, ni para el final de las aflicciones de la nación ni para la llegada de su libertador. De modo que el tiempo transcurría y las promesas no se cumplían, la esperanza persistía y la fe de los judíos no disminuía. El incumplimiento se explicaba por la creencia adicional de que aún no había llegado el momento de la consumación de sus anheladas expectativas. Que Dios era omnisciente, omnipotente y cuidadoso con su raza, y que Él, y solo Él, comprendía cuándo llegaría el momento apropiado y oportuno.
Esta esperanza tras esperanza fue una fuerza maravillosa para mantener vivas las creencias y expectativas de los judíos, y fue tan eficaz que hasta el día de hoy siguen siendo una nación, o mejor dicho, una raza, en la creencia y la expectativa de este Mesías venidero. Pero, por desgracia, tal como no lo reconocieron ni lo aceptaron cuando apareció, nunca volverán a ver su aparición, pues nunca vendrá como su Mesías, tal como se esperaba antaño, sino solo como el gran maestro y redentor, no solo de su raza, sino de todos los pueblos de la tierra. Él ya ha venido como tal redentor y ahora obra para guiar a la humanidad al único y verdadero camino hacia la vida, la felicidad y la inmortalidad. Pero ningún Mesías vendrá a los judíos para establecerlos en la tierra como una nación grande y elegida, como casi todos ellos creen y aún esperan.
Así pues, como digo, muchos libros o manuscritos fueron escritos por supuestos profetas judíos, presentándoles a los judíos los resultados de visiones que supuestamente experimentaron. Pero así como las profecías, tal como las entendían los judíos, nunca se han cumplido, tampoco lo harán en el futuro, y su valor carece de realidad.
Esta costumbre, como podría llamarla, continuó desde aquellos primeros tiempos hasta la época en que viví y escribí, y mi libro de profecía fue escrito por mí, no con el propósito de establecer a los judíos como nación en la tierra, ni de hacerles creer que sus esperanzas o anhelos se cumplirían, sino con el propósito de animar a los cristianos a creer que, a pesar de su persecución, sufrimientos y martirio, en la vida futura, cuando se encontraran con el Maestro y los santos, encontrarían gozo, paz y el cielo. Pero en mis escritos no se mencionaba nada sobre la ira de Dios, una ira que caería sobre los perseguidores de los cristianos, ni sobre que éstos tuvieran que ir a un infierno de fuego y azufre, para que, por ello, la felicidad de los redimidos aumentara.
Se han añadido cosas a mis escritos y se les ha interpolado toda clase de imágenes grotescas, de modo que todo el diseño y propósito de mis escritos fue alterado y destruido, y el presente Libro del Apocalipsis es solo una mera alegoría de uno o más escritores dotados de cierto conocimiento de las enseñanzas cristianas y de inusuales imaginaciones orientales.
Este libro no tiene ningún valor; por el contrario, perjudica enormemente la causa de la verdad enseñada por el Maestro, como efectivamente sabemos, de hecho, quienes estamos en los Ámbitos Celestiales y tenemos conocimiento de las cosas celestiales, así como de las terrenales.
No debería aceptarse como una verdad dentro de la revelación de verdades, ni creerse en él bajo ningún concepto. Ha extraviado a muchos hombres buenos y a buscadores honestos y sinceros de la verdad, y los ha llevado a creer y enseñar falsas doctrinas que han generado mucha oscuridad y estancamiento en el desarrollo de las almas humanas en su anhelo por la verdad. Así pues, digo, que los hombres descarten por completo sus enseñanzas y cualquier lección que los predicadores u otros que creen comprender su significado intenten enseñar.
Los escritos que di a mi gente, del tipo mencionado, cumplieron su propósito hace mucho tiempo, y los escritos llamados apocalipsis [revelations] no contienen ninguna verdad que ayude a la humanidad a alcanzar el Reino Celestial o su felicidad eterna y la unión con el Padre. Permitid que muera, como falsedad que es, nacida del tiempo.
También me interesó la lucha del predicador por explicar qué es el cielo y qué va a encontrar su gente, las personas que se consideren hijos redimidos de Dios, al convertirse en habitantes de ese cielo.
Y bien, tenía razón cuando dijo que el cielo es un lugar y también una condición, pues es inconcebible que exista cualquier condición del espíritu de un mortal a menos que haya un lugar donde ese espíritu pueda morar. Todo espacio en el universo de Dios es un lugar, o contiene lugares donde las cosas que tienen existencia deben encontrar sus localizaciones. No existe el vacío en la economía de Dios, y todas las partes del espacio están dotadas de algo con sustancia, ya sea material o espiritual, y dondequiera que dicha sustancia exista, hay un lugar para su morada.
Sí, el cielo es un lugar, o varios lugares, pues el predicador dista mucho de tener la verdadera concepción del cielo cuando supone que es un lugar inmenso, adonde van todos los creyentes tras la muerte, independientemente de su condición de alma y perfecciones morales. Como digo, hay muchos cielos y muchos lugares, todos tan reales y sustanciales como las diferentes plantas y habitaciones de vuestros hogares terrenales. Y las divisiones, si se me permite la expresión, entre estos diferentes lugares, son tan infranqueables para los espíritus que no tienen las cualificaciones adecuadas para atravesarlas, como para vosotros, los mortales, lo son los muros divisorios entre las diversas habitaciones de vuestros hogares terrenales. Estos lugares tienen sus características distintivas, y las numerosas mansiones a las que se refería el predicador están situadas en muchos cielos, o más correctamente, en muchas esferas celestiales.
Estrictamente hablando, existen dos cielos en el universo espiritual de Dios: los del alma redimida y transformada por el Amor Divino, llamados Ámbitos Celestiales, y los cielos del hombre perfecto restaurado, llamados Cielos Espirituales; siendo todos ellos lugares de perfección y sustancia reales.
Así como una estrella difiere de otra en gloria, así también estos cielos dentro de los cielos difieren entre sí en gloria y apariencia, y en aquellos elementos que contribuyen a que las mansiones de sus habitantes sean hermosas, atractivas y gloriosas.
Me llevaría demasiado tiempo intentar describir cualquiera de estos cielos, pues todos superan cualquier concepción que el mortal sea capaz de tener; pero sí diré esto: no hay calles de oro ni puertas perladas, ni soles ni estrellas en ninguno de ellos; solo la luz del amor y la misericordia de Dios los ilumina.
Pospondré mis escritos, pero pronto terminaré lo que pretendía decir sobre el sermón del predicador e intentaré mostrar la verdadera apariencia de algunos de los cielos y el servicio que prestan los hijos redimidos de Dios al llegar al mundo espiritual.
Así que, querido hermano, me despido.
Tu hermano en Cristo, Juan.
Descripción de la tercera esfera. Afirmación de que Jesús escribió la oración [en el título original hay una errata, pues pone «Jews» en vez de «Jesus»] (San Juan, apóstol de Jesús) (8 diciembre 1916)
Estoy aquí, Juan.
Deseo terminar mis comentarios sobre el sermón del predicador sobre el cielo.
Como dije, estos escritos apocalípticos se escribieron con el propósito de animar a la gente de aquellos días a creer que Dios intervendría en su favor y los salvaría de sus sufrimientos y persecuciones, y, en un caso, establecería el reino de un Mesías en la tierra que convertiría a los judíos en la nación gobernante del universo, y en otro caso, establecería un reino en el cielo donde los cristianos encontrarían descanso y felicidad al convertirse en habitantes de ese reino, hijos del Padre y participantes de las glorias del reinado de Cristo como rey y sacerdote.
Y bien, dado que el tema del sermón era ese Reino o Cielo, y el predicador se esforzaba por explicar a su pueblo qué es ese cielo, consideraré ese tema.
En primer lugar, como ya he dicho, el cielo no es un lugar universal al que vayan todos los cristianos independientemente de su desarrollo álmico, sino que en ese cielo hay muchos cielos o esferas donde el espíritu de los mortales encontrará hogar y también felicidad según el desarrollo álmico o espiritual. Y para que no haya malentendidos, debo decir que el desarrollo del alma se produce y se lleva a cabo únicamente mediante la obra del Espíritu Santo. El desarrollo espiritual implica únicamente el resultado del correcto funcionamiento de las facultades morales del hombre y la purificación de su amor natural, lo cual, por supuesto, comprende el desarrollo de su alma, en la medida en que esta pueda desarrollarse mediante este proceso purificador. Los resultados de cada operación son muy diferentes y conducen a una perfección y una relación con el Padre, que está en armonía con las leyes que rigen los respectivos cielos, pues el lugar de morada final de cada uno puede llamarse cielo.
Pero mi objetivo esta noche es describiros la apariencia y condición de uno de estos cielos, y como los mortales, más que sobre cualquier otro cielo, han oído hablar sobre el tercero ─el que en la información que os hemos dado ha sido denominado tercera esfera─, limitaré mi descripción a ese lugar.
Pues bien, está ocupado por los espíritus de los mortales que han recibido una porción considerable del Amor Divino, así como por aquellos que han progresado considerablemente en la purificación de su amor natural y la expansión de sus mentes e intelectos. Si bien estos últimos no permanecen mucho tiempo en este cielo, sino que progresan al cuarto, donde hay más oportunidades y más instrucción en las cosas que tienen que ver con el desarrollo de la mente. Aunque tanto los que han progresado en el desarrollo álmico como quienes lo han hecho en el intelectual se encuentren, todos ellos, en el tercer cielo, sin embargo ocupan planos diferentes y distintos en ese cielo, pues lo que atrae a unos no atrae a los otros, y hay muy poca interacción entre estos espíritus, salvo que quienes conocen la realidad del Amor Divino a veces intentan mostrar a quienes no la conocen la conveniencia de obtenerlo y la felicidad que trae a los espíritus.
Como ya os hemos dicho, la condición del alma ─no la de la mente─ determina en gran medida el cielo del espíritu, y en la providencia del Padre, Él ha creado el entorno y las apariencias en el entorno de modo que todo ello será lo adecuado para la condición del alma, y lo apropiado para aumentar la felicidad de aquellos espíritus que, gracias a su progreso álmico, se sientan atraídos a los lugares particulares en los que se encuentran: sus hogares.
La apariencia de este cielo para quienes tienen este Amor Divino en sus almas supera con creces la capacidad de vuestro lenguaje mortal para explicarlo, incluso aunque tuviera la habilidad para describirlo. Pero, en una sola afirmación general, podría decir que para estos espíritus existe todo aquello que pueda hacerlos felices en la medida de su capacidad para recibir y disfrutar. Hay árboles y flores, colinas y valles, ríos y lagos, y hermosos paisajes, y sobre todo la maravillosa atmósfera, si la puedo llamar así, creada por este maravilloso Amor del Padre, y una gloriosa luz que ilumina y da vida a todos los que viven en ella, que proviene de este Amor del Padre. Dicho Amor es el sol, la luna y las estrellas, el amanecer y el atardecer, las nubes de verano, las sombras vespertinas y las glorias matinales. Vuestro sol, luna y estrellas materiales no aparecen en este cielo, pues el resplandor de la luz del amor del Padre eclipsa y elimina la luz de estas creaciones materiales del mundo mortal.
Y luego existen los hogares del mayor esplendor y la mayor belleza, adecuados a las condiciones de los diversos espíritus, que contienen todo lo que tenderá a causar felicidad y alegría a sus ocupantes y amigos visitantes. Instrumentos musicales, libros, pinturas y muebles de todo tipo, adecuados para brindar a los espíritus satisfacción y alegría, y una comprensión y realización de paz y descanso de las preocupaciones que vosotros, los mortales, lleváis todo a lo largo de vuestra vida terrenal. Y, por encima de todo, y más importante que todo, una maravillosa atmósfera de amor que hace que todos estos espíritus se den cuenta de que son hijos del Padre, hermanos entre sí y amantes de toda la humanidad.
Y además, la vida social está más allá de toda concepción. Los espíritus tienen sus momentos de visita, así como los de estancia en sus hogares; y muchos placeres, así como momentos de trabajo y ayuda a espíritus y mortales; momentos de canto, música y risas, así como de oración y contemplación de profundas verdades espirituales. Sí, tanto en los placeres sociales más ligeros como en las meditaciones y aspiraciones solitarias del progreso del alma, hay felicidad, gozo y liberación de todo aquello que contamine o haga inarmónicos los pensamientos y deseos de estos espíritus. Todo es alegría, y no hay nadie con semblante solemne y abatido, ese que muchos en la tierra imaginan que representa a los verdaderamente justos y redimidos de entre los mortales. No, el amor no conoce la tristeza, y como el alma expresa su condición mediante la apariencia del semblante del cuerpo espiritual, estando tan llena de alegría y gozo, el semblante solo puede expresar esas emociones del alma. Este es el resultado de la ley que declara que nada puede ocultarse, y que cada espíritu debe manifestar la verdad de su condición. No hay ciudades amuralladas, ni calles de oro, ni puertas perladas, ni ninguna de las cosas materiales que el libro me atribuye, para que el hombre pueda tener una idea de lo que es el cielo. Estas cosas en el cielo no serían oro, ni perlas, ni diamantes, ni jaspe, pues comparadas con la verdadera belleza de las cosas que contiene, son como la tenue luz de una vela comparada con la luz del sol del mediodía.
En verdad, la mente humana no puede concebir las glorias que aguardan al alma encendida de amor [lovelit soul] cuando llega a su hogar celestial.
Existe otra idea errónea que el predicador tenía, siguiendo las enseñanzas del Apocalipsis, y es que el Reino de los Cielos es una ciudad amurallada ─la Nueva Jerusalén─ donde viven todos los espíritus de los redimidos, cantando hosannas a Dios. Hay ciudades que podrían considerarse equivalentes a las terrenales, pero también hay aldeas, caseríos y hogares en el campo, como diríais vosotros, rodeados de verdes campos y valles sombríos por donde corren ríos y arroyos de tonos plateados y claros como el cristal, y también tranquilos lagos que ofrecen los placeres de la navegación y otras diversiones. A cada espíritu se le proporciona el lugar que más le atrae, y es opcional para él elegir dónde estará su hogar.
Pero todos aman y adoran al Padre, y se esfuerzan por hacer feliz a su prójimo y contribuir al desarrollo del alma hacia una progresión hacia aquellos cielos que son aún más elevados. Todos los espíritus están controlados por la ley, pero esa ley es la Ley del Amor, y ese amor es el Amor Divino: la esencia de la Divinidad del Padre.
He escrito suficiente por esta noche, y espero que con lo dicho podáis captar una vaga idea de lo que son las glorias de este tercer cielo para quienes han encontrado, hasta cierto punto, este Amor y lo poseen; y entonces, sucediendo que ─tal como debéis saber─ existen muchos cielos por encima de este, y cada uno con gloria y felicidad mayores ─y con mayor belleza tanto en localizaciones como en espíritu─, entonces ya podréis imaginar a lo que se refería el maestro cuando dijo: «En la casa de mi Padre hay muchas mansiones…».
Sé que mi intento de descripción puede resultar insatisfactorio para algunos mortales, pero es lo mejor que puedo hacer, pues las palabras mortales no pueden transmitir, ni los pensamientos mortales concebir, las realidades; y el hombre, en su imaginación, puede obtener una mejor visión espiritual de estas cosas.
No escribiré más esta noche.
Estoy contigo muy a menudo, extendiendo la influencia de mi amor a tu alrededor y esforzándome por ayudarte y animarte. Que tu fe en nosotros y en nuestras comunicaciones aumente, y creas sobre todo que el Maestro te escribió la oración que recibiste hace unas noches. Estúdiala profundamente y capta su significado espiritual, y permite que tus anhelos y aspiraciones se dirijan al Padre tal como lo sugiere la oración, y encontrarás una respuesta maravillosa y satisfactoria. Oramos por ti y por tus amigos, y debes creer que el amor está llegando a vuestras almas.
Así que, con mi amor y bendiciones, diré buenas noches.
Vuestro hermano en Cristo,
Juan
Versión en inglés
Book of Revelation is Only a Mere Allegory of Some One or More Writers and is Not the Same as St. John Wrote (St. John – Apostle of Jesus) (12 Mar 1916)
I AM HERE. John.
I was with you to-night and heard the sermon of the preacher on heaven and what it is and, as his text was founded on some expressions in a book of the Bible ascribed to me and which I did write, though not just as is contained in the Bible, I thought it meet that I should come and write you as to the truth of the sermon, and as to the value of the book as descriptive or suggestive of what heaven is and what its appearances are, and what the spirits of the redeemed are doing in what the preacher designated as service.
Well, I first want to say that while I did write a book of the nature of the one in the Bible named Revelation, yet this one does not contain my writings to any great extent, nor are my ideas set forth or followed in this book of Revelation. As you may now know, in my time, and for a long time previous, the Jewish writers, because of the great troubles and persecutions their nation was undergoing, were accustomed to write books in the nature of the one contained in the Bible, and called Revelations, for the purpose of encouraging their people to believe that all the wrongs that they were suffering would be avenged by God, and their enemies made to suffer and become destroyed, and that in the end their nation would be rescued from its condition of servitude and sufferings and become the ruling nation of the earth; and these writings were accepted by the Jews as having the authority of divine inspiration and conveying to their nation the truths of God and the same promises of His intervening in their behalf. The writings were always ascribed to some prophet, seer, or man of God who had the special privilege of coming in contact with God or some of His angels through the mysterious and sacred means of visions.
Of course, these writings were merely intended to encourage the Jews to establish their faith in God and in the belief that He would send them a Messiah who would have the power to redeem them from the punishments and thraldrom that they were undergoing under the tyranny and strength of their heathen captors and persecutors.
Always were these writings prophetic and held forth the promises for the future, without ever attempting to fix a time for their fulfillment, or the ending of the nation’s woes and the coming of its deliverer, so that time went on and the promises were not fulfilled, hope continued to exist and the belief of the Jews was not lessened, and non-fulfillment was explained by the further belief that the time for the consummation of their eagerly wished for expectations had not yet arrived. That God was all knowing as well as all powerful and careful for their race and that He and He alone understood just when the proper and fitting time should arrive.
This hope upon hope was a wonderful force in keeping up the beliefs and expectations of the Jews, and so effective was it that to this day they remain a nation or rather a race in belief and expectation of this coming Messiah. But, alas, as they did not recognize and accept him when he did appear, they will never again see his appearance, for he will never come as their Messiah as expected of old, but only as the great teacher and redeemer, not only of their race, but of all the peoples of the earth. He has already come as such a redeemer, and is working now to lead men to the true and only way to life and happiness and immortality. But never will any Messiah come to the Jews to establish them on earth as a great and chosen nation, as nearly all of them believe and still look for.
Thus, as I say, many books or manuscripts were written by the claimed Jewish prophets holding forth to the Jews the results of visions claimed to have been experienced by these writers. But as the prophecies, in the sense that the Jews understood them, have never been fulfilled, neither will they be fulfilled in the future, and their value has no reality.
This custom as I may call it, continued from these early times down to the time in which I lived and wrote, and my book of prophecy was written by me, not with the purpose of establishing the Jews as a nation on earth, or causing them to believe that their hopes or longings would be fulfilled, but for the purpose of encouraging the Christians to believe that notwithstanding their persecution and sufferings and martyrdom they would in the future life, when they should meet the Master and the saints, find joy and peace and heaven. But in my writings nothing was said about the wrath of God being visited upon the persecutors of the Christians or of their having to go into a hell of fire and brimstone, so that from that fact the happiness of the redeemed would be increased.
My writings have been added to and all kinds of grotesque imagery interpolated so that the whole design and purpose of my writings were changed and destroyed and the present Book of Revelation is only a mere allegory of some one or more writers who were gifted with some knowledge of the Christian teachings and unusual oriental imaginations.
This book is of no value, but on the contrary is doing much harm to the cause of the truth as taught by the Master; as we who are in the Celestial Heavens and have knowledge of things heavenly as well as things earthly know to be the fact.
It should not be accepted as a truth of the revelation of truths, and not be believed in for any purpose. It has lead many good men and honest and earnest seekers after the truth astray, and caused them to believe and teach false doctrines that have resulted in much darkness and stagnation in the development of human souls in their longings for the truth. So, I say, let men entirely discard its teachings, and any and all lessons that the preachers or others, who think that they can understand its meaning, attempt to teach.
The writings that I gave to my people, of the kind mentioned, have long ago served their purpose, and the writings called the revelations contain in it no truth that will help mankind to the Heavenly Kingdom or to their eternal happiness and at-onement with the Father. Let it die the death of a falsehood, born out of time.
I also was interested in the struggle of the preacher to explain what heaven is, and what his people who may consider themselves redeemed children of God, will find when they become inhabitants of that heaven.
Well, he spoke truly when he said heaven is a place as well as a condition, for it is inconceivable that any condition of the spirit of a mortal could exist unless there be a place where that spirit could find a habitation. All space in the universe of God is a place, or contains places where things of existence must find localities. There is no such thing as a vacuum in God’s economy, and all parts of space are fitted with something having substance, either material or spiritual, and wherever such substance is, there is a place for its abiding.
Yes, heaven is a place, or a number of places, for the preacher is far from having the true conception of heaven when he supposes it is one large place, where all believers go after death, irrespective of their condition of soul and moral perfections. As I say, there are many heavens and many places, all as real and substantial as are the different stories and rooms in your home of earth. And the partitions, if I may so speak, between these different places are just as impassable for spirits that have not the proper qualifications to pass through as are the partition walls between the various rooms in your earth homes for you mortals to pass through. These places are distinctive, and the many mansions that the preacher referred to, are situated in many heavens or more correctly many spheres of the heavens.
Strictly speaking, there are two heavens in God’s spirit universe, namely, the heavens of the redeemed and transformed soul by the Divine Love called the Celestial Heavens, and the heavens of the restored perfect man, called the Spiritual Heavens, each and all of them being places of real perfection and substance.
As one star differs from another star in glory, so these several heavens within heavens differ from one another in glory and appearance and in those things which help to make the mansions of their inhabitants beautiful and attractive and glorious.
It would take too long for me to attempt to describe any of these heavens, for they each and all excel any conception that the mortal is capable of having; but I will say this, that there are no streets of gold or pearly gates, or suns or stars in any of them; only the light of God’s love and mercy illuminates them.
I will postpone my further writing, but will come very soon and complete what I intended to say about the sermon of the preacher, and attempt to show the real appearance of some of the heavens, and what service the redeemed children of God render when they come to the spirit world.
So my dear brother, I will say good-night.
Your brother in Christ,
JOHN.
Description of the Third Sphere. Affirmation Jews [errata: «Jesus»] Wrote the Prayer (St. John – Apostle of Jesus) (8 Dec 1916)
I AM HERE. John.
I desire to finish my comments on the preacher’s sermon on heaven.
As I said, these Apocalyptic writings were made for the purpose of encouraging the people of those days to believe that God would intervene in their behalf, and save them from their sufferings and persecutions, and in the one case establish a Messiah’s kingdom on earth that would cause the Jews to become the ruling nation of the universe, and in the other, to establish a kingdom in heaven where the Christians would find rest and happiness in becoming inhabitants of that kingdom, and children of the Father, and participants in the glories of Christ’s reign as king and priest.
Well, as the subject of the sermon was that Kingdom or Heaven and the preacher endeavored to tell his people what that heaven is, I will consider that subject.
In the first place, as I have said, that heaven is not one universal place where all the Christians, irrespective of their soul development, go, but in that heaven are many heavens or spheres in which the spirit of mortals will find homes and also happiness according to their soul development or their spiritual development. And in order that there may be no misunderstanding, I must say that the soul development comes only through and by the operation of the Holy Spirit. The spiritual development involves only the result of the correct workings of the moral faculties of a man and the purification of his natural love which, of course, comprehends the development of his soul, so far as the same may be developed by this purifying process. The results of each operation is very different, and lead to a perfection and relationship to the Father, which is in harmony with the laws controlling the respective heavens – for the place of final habitation of each may be called heaven.
But my object to-night is to describe to you the appearance and condition of one of these heavens, and as mortals have heard more about the third heaven, which we in our information to you have called the third sphere, than of any of the other heavens, I will confine my description to that place.
Well, it is occupied by the spirits of mortals who have received considerable of the Divine Love, as well as by those who have progressed to a great extent in the purification of their natural love and the expansion of their minds and intellects, though the latter do not remain very long in this heaven, but progress to the fourth where there are more opportunities and more instructions in those things which have to do with the mind’s advancement. While those who have made progress in the soul development and those in the intellectual are all in the third heavens, yet they occupy different and distinct planes in that heaven, for those things that attract the one class do not attract the other, and there is very little intermingling of these spirits except that those who know that the Divine Love is real sometimes attempt to show those, who do not, the desirability of obtaining it and the happiness that it brings to spirits.
As we have already told you, the condition of the soul – not of the mind – to a large degree makes the heaven of the spirit, and in the providence of the Father, He has made the surroundings and the appearances of the environment suitable to the condition of the soul and fitted to increase the happiness of those spirits who may, because of their soul progress, be attracted to the particular places in which they find themselves – their homes.
The appearance of this heaven to those who have this Divine Love in their souls is far excelling the capacity of your mortal language to explain, even if I had the ability to describe the same. But in one general statement I may say that for these spirits there is everything to make them happy to the extent of their capacity to receive and enjoy. There are trees and flowers, and hills and dales, and rivers and lakes, and beautiful landscapes, and above all the wonderful atmosphere, as I may express it, that is created by this wonderful Love of the Father, and a glorious light that illuminates and gives life to all who live in it, which comes from this Love of the Father. It is the sun, moon and stars, and sunrise and sunset, and summer clouds, and evening shadows and morning glories. Your material sun and moon and stars do not appear in this heaven, for the effulgence of the light from the Father’s love eclipses and eliminates the light of these material creations of the mortal world.
And then there are homes of the grandest splendor and beauty suited to the conditions of the various spirits, which have in them everything that will tend to cause happiness and joy to their occupants and visiting friends. Musical instruments and books, and paintings and furniture of every kind fitted to bring to the spirits contentment and joy, and a realization of peace and rest from the cares that you mortals have with you all through your earth life. And above and more important than all, a wonderful atmosphere of love which makes all these spirits realize that they are the children of the Father and brothers of one another and lovers of all humanity.
And in addition, the social life is beyond all conception. The spirits have their times of visiting as well as those of staying in their homes; and many pleasures as well as of work and helping spirits and mortals; of singing and music and laughter as of prayer and contemplation of deep spiritual truths. Yes, in the lighter social pleasures as well as in the solitary meditations and aspirations of the soul’s progress, there is happiness and enjoyment and freedom from those things which defile or make inharmonious the thoughts and heart’s desire of these spirits. All is gladness and there are none who have solemn downcast countenances, that many of earth imagine portrays the truly righteous and redeemed of mortals. No, love knows no sadness, and as the soul speaks its condition by the appearance of the spirit body’s countenance, the soul being so full of gladness and joy, the countenance can express only those emotions of the soul. This is the result of the law which declares nothing can be hidden, and every spirit must show forth the truth of its condition. There are no walled cities or streets of gold or pearly gates or other of the material things which the book ascribes to me sets forth, so that man can get some conception of what heaven is. These things in heaven would not be gold or pearls or diamonds or jasper, for when they are compared to the real beauties of the things which it contains, they are as the faint light of the candle compared to the light of your noon day sun.
Truly the mind of man cannot conceive of the glories that await the lovelit soul when it comes to its heavenly home.
There is another misconception that the preacher had, following the teachings of Revelation, and that is that the Kingdom of Heaven is a walled city – the New Jerusalem – in which all the spirits of the redeemed live, singing their loud hosannas to God. There are cities of which your earth cities may be called correspondences, but there are also villages and hamlets and homes in the country, as you would say, surrounded by green fields and shady vales through which run rivers and streams of silvery hue and clear as crystal, and also placid lakes which afford the pleasures of boating and sailing and other amusements. For each spirit is provided the place that is most attractive to him and it is optional with him where his home shall be.
But all love and worship the Father, and endeavor to make their neighbors happy and help the development of the soul towards a progression to the heavens which are higher yet. All spirits are controlled by law, but that law is the Law of Love, and that love is the Love Divine – the essence of the Father’s Divinity.
I have written enough for to-night, and I hope from what I have said that you may catch some faint conception of what the glories of this third heaven is for those who have found, to some extent, this Love and possess it; and then, when as you must know there are many heavens above this, each successively possessing increased glories and happiness, and beauties of place as well as beauty of spirit, you may imagine what the plaster meant when he said, «In my Father’s house are many mansions – .»
I know that my attempted description may be unsatisfactory to some mortals, but it is the best that I can do, because mortal words cannot convey and mortal thoughts cannot conceive the realities; and man in his imaginings may better get a spiritual view of these things.
I will not write more to-night.
I am with you quite often, throwing around you the influence of my love, and endeavoring to help and encourage you. Let your faith in us and in our communications increase, and believe above all that the Master wrote you the prayer which you received a few nights ago. Study it deeply and grasp its spiritual meaning, and let your longings and aspirations go out to the Father as suggested by the prayer, and you will find a wonderful and satisfactory response to them. We are praying for you and your friends, and you must believe that the love is coming into your souls.
So with my love and blessings, I will say good-night.
Your brother in Christ,
JOHN.