El arrepentimiento, la conciencia y un contraste básico

Índice
– El arrepentimiento es «muy bonito»
– Encantados… y el contraste
– La conciencia y el arrepentimiento: aborto
– Aborto y «extraterrestres»
– Presentación e índice del vídeo correspondiente a este texto

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[Para la introducción a estos temas (arrepentimiento y perdón, alma), ver las páginas-guía (por ejemplo A.5)]
[Este texto lo leo y lo contextualizo en el vídeo enlazado, que presento con su índice en el último apartado]

El arrepentimiento es «muy bonito»

Esto quedará quizá mejor «ilustrado» en el vídeo, y merece que lo recordemos y hablemos mucho más algún día… 🙂 , pero pasemos al siguiente apartado para ir viendo por qué el arrepentimiento es algo hermoso en relación a nuestra relación con Dios, con los demás y con «ser el alma».

Encantados… y el contraste

Vimos esto tan «desagradable» de que en realidad tenemos que estar encantadísimos con la idea de arrepentirnos 🙂 .

Encantados… sobre todo porque en general lo que está en desarmonía en nuestra alma son cosas que justificamos. Por ejemplo: toda la manera de criar a los hijos, o muchos aspectos de cómo tratamos a las parejas, muchas faltas perdón y de arrepentimiento… etc.

Y todo eso son cosas que obstaculizan la relación con Dios; es decir:
– obstaculizan que sintamos la verdad de Dios a través de la conciencia,
– y obstaculizan el proceso de armonizarnos con la posibilidad de recibir amor divino, al pedirlo.

El arrepentimiento nunca exige «que el otro me perdone».

Imaginaos que le hemos dado un golpe a alguien – por poner un ejemplo muy sencillo de desarmonía, es decir, de pecado -.

Digamos que luego nos grita ese alguien al que hemos atacado, pues «tiene algo directamente con respecto a nosotros».

Si nosotros, justo poco antes de recibir el grito, nos arrepentimos de lo que hemos hecho – REALMENTE arrepentirnos -, entonces no sentiremos ninguna incomodidad ante el grito de esa persona; por ejemplo no nos sentiremos «mártires» recibiendo ese grito, ni víctimas, etc.

Pero SÍ aceptaremos que es lógico que la persona se sienta así, y no esperaremos (no exigiremos ni esperaremos) que la persona «nos perdone». Esa actitud «sin exigencias», automática, sería la demostración de que realmente estamos arrepentidos en el alma.

Entonces, en la vida, cuando vemos que alguien se queja de nosotros, muy a menudo lo que dicen puede «ser verdad», su actitud es una oportunidad para que nosotros sintamos un error, algo de «verdad personal» sobre nosotros.

Es decir, imaginaos este contraste:

– tu pareja, como alma, tiene sus propias heridas (creadas por su entorno, normalmente desde la concepción y en la infancia),

– y si tu pareja está enfadada contigo POR esas heridas, POR SUS PROPIAS HERIDAS emocionales…

– entonces su enfado no es aceptable, es decir, no te sirve a ti, ni le sirve a ella (que te «emita» ese enfado no sirve a nadie, sino más bien degrada más a todos).

– Pero si ahora es el caso de que viene por ejemplo un hijo o una hija, mostrando «falta de perdón hacia nosotros», actuando quizá con enfado… quizá por unas heridas emocionales relativas a la crianza que les hemos dado…

– entonces parece que a menudo eso es «la ley» que está actuando para que nos demos cuenta de que no nos hemos arrepentido realmente de lo que hemos hecho en los hijos (que hemos hecho que absorba su alma emocionalmente).

– Así que a veces «hay que» escuchar gritos, otras veces no.

Vimos que una persona que realmente se siente arrepentida, no exige que el otro le perdone. Es decir, no se sentiría molesta/exigente ante por ejemplo unos gritos de aquel al que hemos golpeado (en ese ejemplo anterior)… o ante los gestos del hijo de este ejemplo.

Esto es casi todo lo contrario al terrible «mandamiento» de «respetar a los padres» de forma automática, «moralista»… pues eso obliga a que toda la civilización piense que lo hace bien, que «cría bien» a los hijos, cuando en realidad todo el mundo está usando a los hijos para «aliviar», justificar y reforzar sus heridas emocionales, pasándoselas sufridamente a los niños debido a miles de justificaciones: «no hay tiempo», «hay que procrear», «hay que ser sacrificado/a»…. etc. Continuar leyendo «El arrepentimiento, la conciencia y un contraste básico»