La sanación de las adicciones emocionales: miedo a sentir las emociones causales, y el amor

Al hilo de lo que venimos viendo de A. J. Miller… vemos algunas cosas básicas más, que son las que comentamos en el audio enlazado arriba:

Los miedos nos vienen de fuera de nuestro centro más interno -de acuerdo- (ver más abajo sobre esto, ya que puede requerir más aclaración).

Y esto es así, en parte porque son miedos adquiridos en el entorno temprano, para adaptarnos a los miedos de ese entorno (miedos a sentir, a expresar…).

Y ya sabéis, todos esos miedos, interiorizados, fabrican «el mundo».

Y el mundo como sabéis, no es más que una especie de hospital psiquiátrico, aparentemente compartido, donde el amor:

– «hay que ganarlo»,

– «se intercambia»,

– se regatea, retiene…
etc.

Y por cierto, como estamos en navidad:

los regalos con expectativas-obligación… es decir, estos trueques navideños que se hacen por «tradición»… son evidentemente contrarios al verdadero de amor, que es un regalo.
(por eso, como vemos, si se hace eso con el amor, es para tapar el hecho de que no queremos sentir -y solo sentir- los pesares profundos que bloquean la vida como simple regalo de amor… y el amor como regalo de vida).

Y en el proceso de aprender que hay que pagar por el amor,
nos hemos vuelto gente adicta (en el pinpon del tu/yo: si me das esto, te doy lo otro, a condición de esto y de lo de más allá…).

Codependencia.

Por ejemplo:

si tengo una profunda emoción «no llorada» (del tipo: «mi madre no me quiere», «mi padre no me quiere»)…
y que es una emoción que las madres y padres a veces no permiten simplemente sentir al niño (porque llorar «está mal»…, o por equis miedos que haya en el ambiente y que interiorizamos de pequeños, etc….), entonces,
esa emoción la tengo, la guardo, sin darme cuenta…
y siempre la estaré comunicando, como si fuera una antena.

Así, ella irradia desde unos niveles muy profundos, desde el alma, alojada bien al lado del corazón real invisible (casi casi en el mismo centro del corazón real… del alma).

Esa irradiación se convierte entonces en una especie de exigencia (por ejemplo de mujeres que han de quererme, etc.)… y es captada por mujeres que tengan una adicción «paralela» a esa… y esas mujeres pueden tener un sentimiento profundo de algún tipo, sin llorar…
y que depende de cosas como esta:

«tengo que querer a un hombre para obtener algo de él».

Es decir, ahí vemos una adicción recíproca. Y eso es lo que mueve los hilos de lo que llamamos «relaciones especiales» (que, en último término, ni siquiera existen, pues todos ya somos una unidad en Dios).
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