[Este texto es comentado, extendido y leído un poco en un audio de los que estoy haciendo sobre los mensajes de Padgett, ya que allí Jesús habla del tema «mesías», etc.]
Estas, a continuación, son algunas cosas muy sencillas, que quizá saltan a la vista sin más, y que vimos hace tiempo.
Son unos ingredientes que, como receta, casi se reúnen por sí solos para dar cierto «plato», es decir, cierta comprensión… pues lo siguiente es sólo una «receta» para que cada cual pueda entender, si se quiere, «lo que está pasando», en esta batalla que en realidad se da en el alma de cada uno:
─ Cuando se conoce lo que realmente conlleva Jesús, y lo que rodea a Jesús, se entiende lo que sucede con este lío con Israel y demás batallitas.
─ A nivel superficial, se trataría básicamente de realizar el plan mesiánico «a la antigua usanza», es decir, imperialista.
─ Se trataría de aquel plan que conlleva que un «nombre» (Israel), como lugar y/o como gente, consiga establecerse por encima de las demás naciones (como faro, que además sería un faro pretendidamente «espiritual», parece).
─ Y por ejemplo se trataría de que dicho «nombre» nunca más sea llevado a esclavitud, como sí sucedió históricamente a eso que llaman «Israel».
─ Parece que, para lograr eso, pueden esclavizar a su vez «ellos» a quien sea necesario esclavizar. Y por cierto, esto, como vemos, parece despuntar ahora como posibilidad en cuanto que el «imperio americano» podría desvanecerse, y habría de ser seguido por otro imperio o por otra «configuración de fuerzas», digamos.
─ Y en los deseos de la gente que defiende «el nombre de Israel» suponemos que lo ideal sería que fuera sucedido por un imperio centrado en «lo israelita» ─tanto de manera quizá geográfica como «conceptual»─.
─ Esto es contrario a una interpretación muy conocida de lo que simbólicamente representa el nombre de Israel en la lectura bíblica clásica: Israel representa la humanidad esclavizada y la posibilidad de liberarla (históricamente de liberarla de Egipto, como representación también simbólica del pecado).
─ Esa esclavitud es pues, en realidad, la esclavitud por el pecado, es decir, el hecho de que colectiva e individualmente somos esclavos del pecado (es decir, de las «malas emociones» ─miedo, vergüenza…─ dentro de nosotros, que, al ejercer el libre albedrío, nos llevan a querer cosas que en el fondo son degradantes para nosotros, los demás, y el ambiente).
─ Como siempre, todos estos «manejos controladores» (para controlar una definición de humanidad y de cómo se ama o se deja de amar a la humanidad) sólo pueden funcionar (y sólo se pueden intentar monopolizar por quien sea), si nosotros en general cedemos «nuestra alma», es decir, si no nos sanamos realmente, si no sanamos realmente las heridas emocionales, y, en vez de sanarlas nos seguimos protegiendo en el miedo, viviendo en el miedo y demás «emociones heridas», como la vergüenza.
─ Es sabido que Jesús tuvo que forcejear con ese tema del «mesías», de su concepto: Muchas personas que Jesús tenía alrededor al parecer querían que él fuera aquel «mesías político» que llevara a brillar a la nación de los israelitas (y que lo hiciera con poderes incluso «divinos», que ayudaran a que la «nación» tuviera ese papel mundial director).
─ Recordemos que el despliegue y el desarrollo de la condición del alma de Jesús habría sido algo que efectivamente pareció ser «sobrenatural», ya que fue transformando su alma gracias al amor de Dios, cosa que por fin alguien por primera vez pudo recibir y «demostrar» ─primera vez en la tierra y en el mundo espiritual, pues nunca habría estado abierta esa posibilidad hasta el evento con Jesús, después de que la humanidad la hubiera perdido, al principio de la historia humana en la tierra─.
─ Un tema fundamental, entonces, en estas batallitas que vemos en su aspecto superficial (guerras, etc.), también parecería ser el de querer demostrar que Jesús «no tenía razón», y que aquellos gobernantes o creyentes en dogmas bíblicos sí tenían la razón en creer que el «mesías» debía ser uno político, «imperialista» incluso ─digamos─, además de sobrenatural.
─ Esto es importante, pues en las diversas «dimensiones» del mundo espiritual, y mientras la gente allí (y aquí) no se enfoquen (no nos enfoquemos) realmente en Dios, resulta que muchísimos desencarnados (y nosotros) todavía tienen (tenemos) apegos por las tradiciones, lenguajes, religiones y «anti-religiones», etc.
─ Dichos apegos son contrarrestados por lo que vino Jesús a demostrar con el ejemplo: Jesús habría sido quien primero pudo demostrar que todos podíamos ser transformados efectivamente por el amor de Dios, cosa que nunca habría pasado antes de ese evento con Jesús, y cosa esta que se abrió como posibilidad en aquel entonces, para todos, incluyendo la gente que hay (miles de millones) en las dimensiones o «esferas» del mundo espiritual.
─ Esa relación real con Dios, por cierto, es «incontrolable», y realmente muy poderosa, aunque, como sucede con todo amor, el amor de Dios no es obligatorio, y por eso es un regalo que estamos rechazando y podemos rechazar, pues somos libres.
─ Mientras estamos en conflicto, estamos entretenidos con algo que no es ese foco en Dios, en recibir amor de Dios.
─ Así, en los conflictos, siempre pierde ese sustrato «no visto», «no entendido». En todo conflicto y guerra parece que siempre se pierden «posibilidades superiores», si las hay ─como en este caso la habría: la posibilidad de recibir amor de Dios, que sería la «posibilidad suprema» para el alma de cualquier ser humano─.
─ [y lo siguiente, como contexto y recordatorio, es siempre necesario saberlo: ]
hay una influencia continua por parte de desencarnados en las personas como nosotros, las aún encarnadas. Es una influencia que lógicamente también puede ser de nuestra parte hacia ellos, aunque de otra manera y con otra intensidad. (Gracias a esto se puede entender la obsesión globalizada con un nombre como el de «Israel», o con cualquier otra cosa que, digamos, parece «abstracta».)
─ Estos desencarnados se alían en grupos para guiar y/o controlar «la tierra», y lo hacen con muy diversos fines, aunque si hay un matiz de control en tal proceso de guía o dirección, aunque sea un matiz muy ligero ─y por muy «buenos» que sean los fines─, entonces, las labores de los desencarnados no están realmente en armonía con Dios, pues Dios no controla, sino que ama y libera realmente (si queréis creer que existe, y si lo definimos tal como se define normalmente).