La importancia que puede tener hablar de «valores», y la política económica como máquina para destruirlos y literalmente comérselos (una nota simple con un poco de «historia política» de actualidad: las preferentes)

A una flor, le atribuimos por ejemplo su color -digamos «amarillo».
Y decimos -según creo- que esto es «una cualidad».
Esta cualidad se dice «cualidad DE la flor», y es expresada con ese color… y con todos los matices que queramos del amarillo.
En realidad, para empezar no es una cualidad «de la flor», sino de LA RELACIÓN que tenemos «con ella»… en ciertas condiciones generales  * .
En este caso, nos estamos fijando en una relación que llamaríamos «física», pues estamos hablando de «colores».
Y aquí hay una extraña obviedad, que va a ser muy importante, y que es esta:

la relación en el fondo no se ve, está ahí en una especie de «fondo»…, como en el fondo del ser… dando lugar (en este aspecto «físico», ya que hablamos de «cualidades físicas»)… dando lugar a cuerpos…, a «ondas electromagnéticas», a células, a «reacciones químicas»…

Todos esos ingredientes… individuados… vienen así como «después», y no están en realidad separados… nada de todo eso lo está… nada en el fondo estaría separado (si bien lo parece en la superficie, no es así en el fondo).
Así, la Relación termina dando la posibilidad de hablar de «cualidades», en este caso físicas: el amarillo «DE» una flor… que podríamos decir de otra manera:

el amarillo que presenta la relación «cuerpo / flor / luz blanca».

¿Qué más le atribuimos a la relación en general?
¿Qué cualidades hay atribuibles a la relación, y que son cosas que en este caso no se «ven»?
Por ejemplo, la cualidad de «la confianza».
¿Cómo hace nuestro sistema sociopolítico, este nuestro mundo tan agudamente «dualista», para comer confianza, para literalmente alimentarse de ella y de otros «valores», de otras cualidades de relación?
¿Por qué se critica al «capitalismo» como algo que no respeta ciertos «valores» fundamentales… criticándose esto tanto por parte de por ejemplo «la Iglesia» así como desde lo que tradicionalmente llamábamos «la izquierda»?
¿Cómo «se come» la confianza «en sociedad»… aunque a la confianza no se la vea ni se la venda directamente por ejemplo en internet… sino que sea esa cierta «base» sobre la cual pueden luego «crecer» las cosas, las empresas, etc.?
Mmm, qué curioso, «la base sobre la cual pueden crecer cosas»… A eso apuntaba nuestra anterior observación: a la relación como «fondo»…, fondo dador de «vida relacional superficial».
El mero hecho de siquiera poder «extraer confianza» de ese «fondo»… va a depender muchas veces de una especie de «memoria», de memoria grabada a base de repetir actos… más o menos continuamente (como el de entrar muchas veces en una sucursal bancaria, confiando en lo que allí pasa y en las personas que allí están trabajando).
Esa repetición formará parte de la posibilidad de luego «proyectar» cada vez más y más confianza, en ese aparente decorado «exterior» o en cualquier otro.
Entonces, por lo dicho, la confianza (que quizá más que «valor» podríamos llamarla «pre-valor»)… de cierto modo va a ser tan «palpable» como todo lo demás en el mundo, pues, en este ejemplo que veremos abajo, vamos a ver o quizá a sentir cómo, «con este sistema», nos las ingeniamos para «comernos» la confianza -unas veces más bruscamente que otras.
De cierto modo vamos a ver cómo nos «desfondamos» a nosotros mismos… cómo boicoteamos bruscamente nuestra convivencia en confianza.
Los bancos (de dinero), en los que a veces sacamos o metemos «nuestro» dinero…, sirven para ciertas cosas.
Los bancos «contienen» personas. Es decir, esas personas «se relacionan» o hacen como si se relacionaran en el contexto de «un banco» que presta, da, etc., eso que llamamos «dinero» (que al final es básicamente el «poder hacer cosas con las cosas», el dinero).
En mi país, al menos, había «sucursales bancarias» que, durante un tiempo, conservaban el mismo director y quizá los mismos empleados durante varios años.
Ese director se relacionaba con la gente de forma especial. Era como un «jefe».  Socialmente tenía como una especie de aura…, estaba como bendecido por «el poder» **, por así decirlo.
«La gente» depositábamos «la confianza» (no fue mi caso, pero pude palpar ese aura de pequeño)… depositábamos la confianza, durante una serie de años, en una situación que podríamos decir que consistía en esto:

– un tal jefe,

– por ejemplo una pareja o familia de «trabajadores», acostumbrados a ir a esa sucursal y, de vez en cuando, a poder mirar de reojo o ver de lejos a ese jefe con su aura (quizá incluso alguna vez llegaron a hablar con él)… a ese jefe que normalmente creo que era de sexo masculino.

– una confianza, por tanto, depositada ahí como dando o haciendo visible o palpable (sensible) de cierta manera una especie de «cualidad de relación»… es decir, de «valor», como dijimos.

Por tanto, una confianza así como EXTRAÍDA de ese «fondo de relación» que, en realidad, seríamos en Unidad… una confianza o unos valores que en general hacemos (más o menos inconscientemente) que nutran o que no nutran ciertas relaciones «superficiales» de nuestras vidas, en el nivel de los cuerpos (y que lo hagan en mayor o menor grado).
Por tanto, en la sucursal, dependiendo de la anterior situación y de la «natural ingenuidad», como podrían verlo algunos (natural porque de esa «ingenuidad» o confianza natural se nutre el lazo social)… en la sucursal por tanto… aquella pareja lo «veía» todo más o menos «bañado» del valor «social» de la confianza… dentro de esa relación que es «lo social».
Tal valor de «confianza» pendía y dependía en mayor o menor grado de la figura de un jefe, un jefe siempre bajo las órdenes de «alguien más arriba».
Los que estaban más arriba de esos directores y empleados «tienen que» hacer dinero…, y a veces como sea (pese a que esta entidad semipública en concreto, esa «Caja» en principio venía de tradicionalmente tener «otros valores» o valores más «espirituales»).
Entonces, se inició una cascada que veremos que terminaría «alimentándose» de la confianza.
«Los de más arriba», en la escala jerárquica bancaria… los jefes de jefes… llega un día en que dicen, a los directores y a otros empleados de sucursal…, que hay que vender tal cosa, tal producto financiero, tal truco para intentar que el dinero se mueva más y mejor, y pueda en teoría dar beneficios tanto al banco, como, es de esperar, a sus pequeños propietarios (la pareja).
Esos productos se llamaron, por ejemplo, «preferentes» -un nombre atractivo que en España se utilizó para vender un producto luego tildado de «basura» (aunque no sea obviamente la primera vez que «se vende la moto» en un lado así, ni en general en cualquier negocio, donde siempre existe algo de picaresca, más o menos sana).
Tal cosa, en realidad, no era pues un producto «normal»… si es que ya queda algo realmente «normal» en estos negocios… pues en general parecen partir de un espíritu bastante «pirata».
Ese producto, en realidad, requería de:

— leer bien el contrato, y poder entenderlo un poco,

— DESCONFIAR de las palabras de certeza o seguridad que quizá venían de parte de aquellas mismas personas (directores, empleados) que, durante años (a veces 30 o 40 años), habían sido depositarias de la confianza de los usuarios del banco; es decir, esas personas que se habían CO-BAÑADO en y con el mismo campo de confianza de esos usuarios y familias (de, por ejemplo, aquella pareja que en realidad iban a ser «corderitos para el sacrificio»…: una pareja quizá de jubilados, muy acostumbrada quizá a entrar en esa sucursal determinada y a confiar en lo que allí se les decía).

Entonces, esa confianza iba a ser después eliminada, fagocitada… «des-fondando» con ello quizá todo un poco más… todo nuestro «ser social»… toda esa «Mente una» que somos.
Este es «el mundo al revés» que ahora parecemos tener como civilización, en nuestro estado espiritualmente tan primitivo.
Y así, vemos cómo acabó la cosa: comprobando que en casi todos los casos habría habido una especie de robo…, un robo que además se sumaba a muchas otras operaciones para de cierto modo destruir y transformar una entidad bancaria que era semipública, y que existía desde hace mucho tiempo en este país (una «caja», CajaMadrid), y convertirla con todas esas operaciones en un ente totalmente privado… dentro quizá de esa especie de tercera guerra mundial que existe por lo bajinis… una guerra contra «lo público»… que llaman a veces «neoliberalismo».
Gracias a esa confianza… decíamos, se conseguía que «la gente» firmara contratos de un «producto» que no se correspondía en el fondo a la confianza que de hecho inspiraban al parecer muy a menudo en esas operaciones:

– las palabras de muchos de los empleados y directores que vendieron ese producto en concreto…

– así como esa «confianza invisible» de la relación creada durante tantos años.

El resultado fue que estaban vendiendo «basura», cumpliendo órdenes de «los de arriba» del banco… y traicionando la confianza depositada durante tantos años en la relación de unos clientes fieles a su sucursal… para así poder realizar una operación de semiprivatización que, de paso, parece haber consistido en el robo de miles de millones de euros que, al final, parecen haber ido a parar sobre todo a las cuentas de ciertas oligarquías financieras y empresariales.
Entonces, vemos cómo funciona la esencia de lo que llamamos «capitalismo» como máquina de alimentarse del lazo social más o menos «tradicional», del lazo compuesto de eso que llamábamos «valores»… valores en tanto que definidos así: «cualidades de relación»…, como la cualidad de la confianza… pero que, en realidad, podríamos decir que están fundados en general en «el amor»… como base del «ser relación», del «ser en relación».
Aunque a la vez, todo esto tiene otra cara, que hay que barajar.
Paradójicamente, hay también otro modo de verlo todo aquí… aunque la mayor parte de las veces sería un «modo cínico», a su manera poco civilizado.
Es otro punto de partida para verlo… será una especie de: «no hay mal que por bien no venga»… pero que solo podrían sacar como «enseñanza» quizá algunos de los que estuvieran dispuestos a ello… algunas de las «víctimas» —aunque seguramente solo sería apropiado que así lo hicieran pocos de los casos habidos de este «robo» de «las preferentes» de CajaMadrid (entidad transformada ahora en «Bankia»).
Y bien, vamos a ver cuál es este otro punto de partida.
Nuestra pareja de jubilados estuvo ahorrando durante «toda la vida» para poder tener ese dinero «para la jubilación»… y, al final, les fue «robado» al confiar en una entidad que se estaba privatizando del todo y que, pese al aura que aún tenía de «benefactora»… ya habría perdido toda otra motivación que no fuera la del mero lucro…  y que, en realidad, una vez vampirizada (por M. Blesa y demás), ya solo perseguiría hacer más y más dinero para transformarse de semipública a privada.
Pero, ¿qué es lo que a veces nos motiva a conservar demasiado el dinero? ¿Qué propósito tiene guardarlo ahí? Quizá el del miedo…, un miedo que podríamos decir que mezcla estos ingredientes:

– «no nos merecemos los disfrutes que nos daría usar ese dinero ahora»…

– o «no tenemos tiempo para disfrutarlo»,

– o «no sabemos con qué disfrutarlo ni queremos buscar con qué hacerlo»…

– y, como no sabemos lo que va a pasar «en el futuro»… pues lo ahorramos.

Pero claro, «el sistema» en general no es quién… no es el que tiene que ponerse a dar pie para aprender estas «enseñanzas»… así de brutalmente, a nuestra pareja de jubilados (aunque, en algunas ocasiones, quizá va a servir para eso).
Este mismo sistema económico, que tanto depende del respeto a la propiedad privada como institución fundamental en este tipo de civilización… (la propiedad privada)… este sistema, que depende de tantos y tantos otros «respetos» anclados en lo social… en un momento dado este sistema sale por sorpresa a cazar fortunillas… y se carga cierta «base» de respeto… en este tipo de «nueva guerra» que se hace global y económicamente… ayudándose de la hegemonía cultural conseguida con medios de comunicación de masas manipulados mundialmente durante muchos años… y del tipo de política (oligarquía de partidos) que está instaurada en estos países pseudo-democráticos.
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* una  relación que incluye la relación que, de cierta manera, tenemos nosotros mismos con nuestro propio cuerpo.
**Quizá podríamos hacer un apartado aquí, un poco caricaturesco, para hablar de cómo es este poder, tan curioso, de los bancos, a la hora de manejar el dinero… y en qué consiste tener poder (poder de encauzar las profesiones y motivaciones de la gente que pide créditos para poder hacer algo, etc.):
regularían, en gran medida, y con el crédito, el cómo y el dónde se podrá gastar la gente un dinero que prácticamente los bancos inventan de la nada… para que luego «nosotros», la gente, compitamos por él.
En realidad, parece que nunca hay, por sistema, suficiente dinero para poder devolverlo todo, claro.
En parte sería esta una creación artificial de escasez, una creación de escasez más o menos regulada, con cierta lógica.
Nunca hay suficiente dinero como para poder devolverlo, a no ser que, en ciertos momentos (supongo) quizá «desahoguen» un poco «la economía», imprimiendo más papeles, más dinero, los pocos organismos que pueden hacerlo y que normalmente no parecen muy «públicos».
Esto del efecto del «imprimir más papeles», así, sin saber más, lo digo desde el punto de vista más inmediato de quienes quizá competimos en un momento dado para devolver un crédito de dinero que no existía, y que se inventaron dándonos confianza a nosotros, «confianza» en que nosotros sí podríamos competir o ser buenos candidatos a intentar competir por devolver ese dinero dentro del «mercado de trabajo» de nuestra profesión en la que confían… o bien por nuestro puesto de funcionario más o menos «seguro»… etc.
La importancia de este «poder» económico es grande… parece que la mayor… y es hasta cierto punto de pura lógica que los políticos sean sus comparsas… junto con muchos medios de comunicación principales.