Una de las direcciones, o devenires, que ahora atraviesan a lo humano, es el de convertirnos en un medio para la vida de las máquinas

Índice

  1. La novedad humana
  2. En resumen: nuestro devenir «dictadura materialista»

1. La novedad humana
Saludamos nuestra maravillosa creación.
Todo es una sola relación.
Olvidarlo conlleva autodestrucción para los seres autoconscientes como nosotros, pues gracias al nivel de consciencia (de expresión de consciencia) que actualizamos aquí en lo físico, podemos inventar muchas cosas, y, como especie, dependemos en gran medida de un medio ambiente artificial, tecnológico.
Es decir, el medio ambiente donde vivimos está cargado de intenciones artificiales, de «inteligencia» humana que ha sido proyectada en procesos tecnológicos, en aparatos…
Y si nos despistamos del núcleo de la vida, esas intenciones que ya están ahí pueden gobernar nuestro proceso de vida, la ampliación de la relación que llamamos «ser humano»… y pueden convertirla en un proceso destructivo que afecte a la vida sobre la tierra (para ver algún ejemplo de esto, ver el punto 2 de este escrito).
Así que cuando nosotros nos olvidamos demasiado de «sentir esa unidad», las tecnologías nos pueden literalmente «comer», y con nosotros, prácticamente al resto de la vida sobre la tierra. Las tecnologías están en gran medida creando ahora la sociedad, en vez de nosotros crearla desde ese corazón del impulso humano, que está unido a toda la vida terrestre y «cósmica».
Así que somos una sola relación.
Y esta relación, entre espíritu y formas… es una de abrazo, de perfecta acogida…
El Espíritu Único abraza el mar de las formas, realizando como una expresión, una expresión de diferentes niveles de autoconsciencia en el programa universal, en la gigantesca, última y perfecta «tecnología» que es este universo.
En el fenómeno de este universo que es la vida sobre estas tierras, podemos ver que esta «única relación», esa «espiritual», tan fundamental e incomprensible… se refleja en esa otra «relación productora» que es la misma vida física, y de la que podemos decir más cosas.
La vida, biológica, es un gran símbolo de la relación como creadora.
La vida biológica ha creado en gran medida la atmósfera, ha creado su propio medio… ¡la vida parece ser creadora de sus juguetes y sus posibilidades de juego!
Así que, de cierta forma, la vida adapta el medio a sí misma; esa es su labor creativa… y cuando decimos «sí misma», ahí hay antes un proceso (no es adaptar algo a «sí misma» como un individuo ya hecho y separado).
Pues siempre es antes la relación, siempre es antes «el proceso»… y la relación es infinitas relaciones… en un inmenso mar de relaciones en la Matrix de Luz.
La vida será pues la expansión de esa relación, creadora de medios.
Y la vida biológica es también, a la vez, como bien vemos físicamente… una constante creación de medios hacia «dentro»:
no hay más que ver nuestros cuerpos, que tienen muchos medios interiores: la sangre, el espacio entre los tejidos, el plasma de las células donde se da una enorme cantidad de rápidos cambios.
Medios y más medios por doquier… todos maravillosamente armonizados.
Y esa creación interior, física, de muchos medios hacia dentro de los cuerpos… está de cierto modo en relación con los medios exteriores (empezando por el del aire, con ese oxígeno atmosférico… el que las plantas nos «regalan»).
Nosotros, como ser humano, seríamos una especie que estaría realizando algo que podríamos llamar así: «una diferente expresión de la consciencia»… en un nivel diferente de autoconsciencia.
El ser humano tiene pues un «peligro» subyacente a esta especie de apertura más amplia… subyacente a la propia naturaleza de la autoconsciencia…:
el «peligro» de que somos por naturaleza una especie de «nueva relación», que asume la anterior, la de la vida biológica… pero que puede de cierto modo «destruirla» si no tenemos cuidado (hacer que todo el sistema sufra una regresión).
Gracias a nuestros armamentos, al caos de nuestras tecnologías genéticas, a las prácticas de la industria alimentaria, etc., podemos perder los juguetitos de toda la vida… y podemos hacer que la vida que se expresa en este planeta se convierta en algo muy diferente de lo que conocíamos hasta ahora.
Podemos hacer algo que incluso nos impida tener esta sublime experiencia de la vida humana sobre esta tierra… Podemos impedir esta experiencia que hasta ahora era la vida del humano, con todas estas sutilezas emocionales, «sapienciales», sexuales, espirituales (la experiencia física de la verdad, la belleza, la bondad).
Así pues, con el nuevo mundo humano, su mundo «postizo» de lenguaje, instituciones… o el del maravilloso conocimiento por ejemplo científico… estamos haciendo una especie de expresión profunda de la autoconsciencia (hacemos pues otra especie de «reflejo», otro reflejo físico… de ese CONOCIMIENTO que ya somos como Espíritu Uno, en la única Relación).
Y el conocimiento, como concepto usual clásico, es también una relación, igual que lo es todo lo demás aquí. Es una relación en el mundo, que a la vez que se despliega como ese mundo… que «abre» ese mismo mundo… igual que la vida, como relación, abre a su manera su espacio biológico, creando su oxígeno, sus medios, formando «ecosistemas».
Abrimos pues «mundo» a partir de esa relación que llamamos «conocimiento»… y que realiza un tipo de expresión de nuestra autoconsciencia aquí (y ello recordando que, en general, como dijimos, toda relación es creadora).
Los individuos «naturales», los de las especies vivientes normales, tienen sus procesos de individuación de forma naturalmente armónica, armónica con respecto al resto del colectivo terrestre de todo lo viviente.
Sus grandes crisis son las producidas quizá por meteoritos, por grandes terremotos, glaciaciones… por «lo cósmico» en general. Y la vida responde y continúa pese a los grandes cambios terrestres que a veces hubo… ya que es una relación (la vida no es «los cuerpos», sino lo que los atraviesa y anima en una especie de individuación común, y que radica en una especie de origen común).
Pero, como sabemos, nosotros mismos ahora somos potencialmente como un meteorito más, para el sistema de la vida.
Es lo que tiene nuestro nivel de autoconsciencia y sus peligros.
Es decir, volviendo a la vida y a la descripción simple de la relación:
– tenemos un individuo (por ejemplo un árbol, un tigre…)
– y tenemos la «sociedad» de todo lo vivo en la Tierra,
… y estas dos cosas son en el fondo indisociables… biológicamente indisociables… en un solo sistema de relaciones cuya profundidad «ecológica» tan solo empezamos a descubrir ahora.
Todos tienen juntos su «proceso biológico de individuación», individuos y medios… y como algo que está constantemente en marcha… en una especie de relación constante entre medios e individuos que dependen de estos medios.
Estos individuos biológicos a la vez modifican dichos medios, aunque quizá normalmente lo hacen de forma lenta, y, sobre todo, no lo hacen con lo que llamamos una «intención consciente»… (en esa constante y maravillosa comunicación creativa que es la «co-adaptación» entre medio e individuo).
¿Y qué pasa con las relaciones humanas… por ejemplo con esa que hemos llamado «conocimiento»?
Nuestro medio humano, digamos «artificial»… también es un medio indisociable del individuo humano.
Se ha creado por nuestro modo de consciencia, y nosotros podemos elegir conscientemente en él, aunque ahora el medio tecnológico parece tender a independizarse.
Igual que antes hicimos esa distinción simple entre:
– los individuos biológicos (planta, tigre)…
– y el medio biológico en general…
… tenemos, como humanos, un medio humano donde estamos como individuos «psíquicos» y «sociales» que también somos, en la sociedad humana –aparte de ser individuos biológicos.
El individuo humano está atravesado por el medio social, por lo cultural, los lenguajes, tradiciones, conocimientos técnicos o teóricos… que son cosas que de cierta forma se imprimen sobre lo biológico y tienen una historia esencialmente cultural: la evolución de los modos de pensar…, los conceptos, los modos de mover las manos, de caminar… comer.
Es decir, aparte de tener una individuación biológica, tenemos una psíquico-social.
(Y no nos olvidemos de aquello con lo que empezamos, y que engloba todo: una especie de Relación global, «en vertical», más amplia… la del Espíritu sobre las formas.)
Entonces, ahora, nuestro «mundo cultural», parecer tener un movimiento que de cierto modo es muy exagerado (por ser tan independiente, tan rápido y descontrolado en su evolución).
Vale, entonces, como vemos, los humanos nos preocupamos sobre todo por «cosas culturales», es decir, las cosas más intrínsecamente humanas, que tienen a menudo una larga historia cultural y nada «biológica»: las empresas, las técnicas, el dinero, las leyes, el conocimiento que mediatiza nuestras relaciones con lo biológico, etc.
Y ahora viene lo importante: esta «exageración» de lo humano no sería nada relevante si las máquinas no fueran nuestro medio y no pudieran de cierto modo «independizarse».
Pues hay que recordar que este medio tecnológico contiene cierta «inteligencia» ahí, muchos potenciales proyectados ahí por nosotros mismos, a través nuestro.
En el límite, y como aparece de forma caricaturesca en la película Matrix, donde las máquinas «parasitaban» a los cuerpos humanos… en el límite… nosotros a su vez somos un medio para ese mundo tecnológico (un medio para la individuación de las máquinas).
Nuestra propia tecnología vemos que puede evolucionar aparentemente «sola»… y dependemos en gran medida del medio cultural donde nos individuamos psíquica y colectivamente. Y este medio cultural ahora está hiperindustrializado: agricultura mecanizada, fábricas robotizadas, comunicaciones esenciales para la sociedad que están mediadas por todo tipo de ondas, pantallas, aparatos… inteligencia artificial…
Así que, viendo que estamos atravesados por esos medios, por unos medios tecnológicos que parecen estar «independizándose» de nosotros de un cierto modo brusco… entonces, nuestras «preocupaciones culturales» tienen que ser sensibles, de cierto modo, a este problema de la individuación común entre máquinas e individuos, entre el medio social técnico, y los individuos aún biológicos que somos.
Así que nuestra individuación social, la humana… está por su propia naturaleza «sobreimpuesta» a la biológica; pero además, puede sufrir unas crisis que pongan en duda todo lo anterior (todo lo biológico sobre la tierra).
Y es que nos despistamos fácilmente de sentir el corazón, el núcleo, ese origen de todo lo viviente, que también tenemos dentro como seres que están en una cierta conexión de Unidad interior con todo lo que ven. Nos alejamos de nuestro propio Corazón, de ese corazón invisible, no físico, que nos «obliga» a seguir vivos, a siquiera respirar.
Nos despistamos de esa Vida que sigue respirando a través nuestro y animando nuestros cuerpos… desde ese núcleo o corazón espiritual que es al final el mismo que el corazón de todo…, un Corazón que «necesitamos» también colectivamente para poder continuar con nuestra divina existencia terrestre.
Nos despistamos de eso, y permitimos que las máquinas y las «intenciones» y potenciales que ya están plasmados en ellas creen nuestras sociedades.
La relación del «conocimiento», de la «comprensión»… formaba pues una parte esencial de lo que éramos como «individuos humanos» (recordando siempre que un individuo es siempre una relación y una «armonización» de medios interiores y exteriores… medios tanto biológicos como psíquico-sociales).
Esa relación del conocimiento vemos que va como «en paralelo» a la biológica, mientras se expande en teorías e instrumentos… en más «cosas sociales».
Así que, repasemos: recordamos que es «antes» la relación que el individuo… pues el individuo es en sí mismo esa relación. Esa relación la advertimos incluso dentro de los símbolos más visibles que contiene el mundo físico (el mundo no-directamente-espiritual, como hemos visto en el caso de la vida biológica). En el mundo físico, el individuo biológico se define como centro «creador»: el centro de una relación entre medios interiores y exteriores.
Por tanto, los individuos, para ser individuos psíquico-sociales… también deben ser capaces de poder «actuar» de cierta manera en sus medios sociales, que ahora parecen más etéreos, más «mentales», que por ejemplo la atmósfera física de los seres vivos, la química, etc.
Y ahora vemos que, en general, son las máquinas, los aparatos electrónicos… quienes a veces parecen estar siendo más capaces de «actuar» en ese sentido. No hay más que ver la rápida «evolución» que hemos presenciado en el siglo XX.
Los aparatos, la tecnología en general, es quien cambia, a veces muy velozmente, esos mismos medios sociales o colectivos de los que dependemos para formarnos como humanos (con una especie de psique colectiva, además de una biología). En esos medios cambiantes nos formamos en tanto que esas relaciones que ya somos, pues el «individuo» hemos visto que es relación, y esta relación de cierto modo amplifica esa vida central que ya somos… desde el Corazón que abraza todo este mundo por igual, «natural» y «artificial».
Y por tanto, la naturaleza humana amplifica la «relación central» no solo de forma biológica, sino también psíquica y colectiva. A no ser que nos dejemos conducir por la individuación de las máquinas y seamos llevados en parte a una regresión a lo «solo biológico», es decir, a otro nivel de consciencia con el que no podamos expresar los potenciales que ya estamos expresando (esa especie de individuación de la verdad, la belleza, la bondad).
Los medios humanos parecen pues ser capaces de cambiar más velozmente, y de otra forma distinta a la de los medios biológicos, y el despliegue de esta relación entraría dentro de lo que hemos llamado por ejemplo «política», etc.
2. En resumen: nuestro devenir «dictadura materialista»
¿En qué consiste la regresión que vivimos ahora como humanos?
¿Por qué sería desastroso que la mayor parte de los humanos se viera solo como biología?
El desastre potencial está en que la tecnología crea nuestras sociedades, en vez de estar al servicio de los humanos, pues nosotros estamos abandonando nuestro ser humano cultural, social.
Un ejemplo está en la comida: la tecnología y el «mercado económico» de cierta forma dictan lo que la gran masa de los humanos vamos a comer, independientemente de sus nutrientes, de los venenos que contenga la comida, etc.
Así que de cierta forma abandonamos nuestro ser psíquico y social, pues no solo somos biológicos:
nuestro medio social no está inscrito en un programa de instintos. No es por instinto biológico que tenemos un teléfono móvil, es por un proceso creado por una nueva relación, que abraza la biológica.
Esa relación es un proceso de individuación psíquico y colectivo: la cultura.
Somos seres culturales, en una evolución cultural, no solo biológica.
Entonces, el abandono de nuestra individuación colectiva más específicamente humana tiene que ver con la ficción que dice que «somos solo biología».
Imaginemos que nos creemos del todo que «somos solo biología». Entonces, la vida de la tecnología pasará lógicamente a ser experimentada como si fuera un medio natural más, uno «biológico».
Es decir, nos vamos olvidando de la manera de ser humana (ya que ahora somos «solo animales»): la manera que puede distinguir entre ese medio tecnológico y el medio natural.
Pasamos pues a vivir en esa especie de ficción, que en un extremo puede verse como una especie de tendencia a fabricar un hormiguero artificial gigantesco, creado por nuestras tecnologías, donde, como insectos, nos moveríamos por ese nuestro nuevo medio «natural», guiándonos por las señales (como las feromonas de los insectos), las señales que serían todas las imágenes, radiaciones, etc., de los aparatos tecnológicos, pantallas.
Alguien que se crea «solo biología», tiende a no poder intervenir en lo tecnológico y en lo social, por simple cambio en la percepción de sí mismo: al ser «un animal», entonces, su medio lo vive como «natural», y no lo puede poner en cuestión desde el centro de su ser completo (que incluye su psique cultural).
Esto abre a la posibilidad de tener, en la Tierra, la mayor de las dictaduras posibles, una especie de realización máxima del poder de unos pocos sobre una masa de «animales» artificialmente reducidos a ser eso, «solo animales», es decir, a no participar en la individuación del medio social.
Esos «pocos» podrían ser varios cientos de miles… y tendrían el control de las corporaciones tecnológicas, de la comunicación, y alimentarias. Su poder se vería más y más reforzado cuanto menos y menos seamos «plenamente humanos» los animales humanos (cuanto más desertemos de nuestro ser pleno).
Así que esa nueva posibilidad de «dictadura» es uno de los devenires que atraviesa nuestro mundo, y en parte consiste en esta creación artificial: un medio tecnológico que se postula como una nueva naturaleza, como si fuera algo natural, y donde los individuos ya no tienen demasiado que hacer ahí como humanos, ya que los humanos somos literalmente relaciones creadoras pero no solo en lo biológico, sino también en lo psíquico-social.
Así que solo quedaría vivir y dejarse guiar por las señales de los aparatos, etc.
Por tanto se pierde la especificidad de lo humano, de lo cultural, y nos conducimos a la autodestrucción de este nivel de vida sobre el planeta.
Lo humano es algo que abraza a lo biológico, lo ralentiza, como explicaba Simondon, y lo pone en cuestión, lo abre a nuevas individuaciones a partir de esa puesta en cuestión, como vemos que hace la individuación social humana, que ha abierto paso en general a la individuación que podríamos llamar «espiritualidad»: una nueva individuación de la verdad, la belleza, la bondad… una individuación de nuestra unidad profunda, en el Ser, con todo lo vivo y lo inerte.